29 de julio de 2017

MARÍA, MADRE HUMANA


No eres, María, una Madre venida del Cielo, ni una Madre espiritual o angelical. ¡No!, eres una Madre terrenal, humana, de carne y hueso como yo y todos los hombres y mujeres de este mundo. Y con todas las características del ser humano. Eres la hija de Joaquín y Ana, tus benditos padres, que, por la Gracia de Dios, tu madre Ana te concibió humanamente.

Una joven, terrenal y humana, que mirada y elegida por Dios, fuiste escogida para ser la Madre de Jesús, el Mesías enviado para salvar al mundo. Y, tú, sin titubeos, entregaste tu seno y tu vida para responder a esa grandiosa misión para la que Dios te eligió. Y a ello entregaste todos tus proyectos e ilusiones para, pospuestos, poner en el centro de tu vida el proyecto que Dios había pensado para ti. Nada más y nada menos que ser su Madre durante su estancia y paso por la tierra.

Y, cargada de humanidad, como cualquier humano, fuiste revestida y adornada por los atributos y virtudes que corresponde a una Madre de Dios. Inmaculada y llena de Gracia, y en la presencia del Señor, que está siempre contigo. Bendita entre todas las mujeres y bendito el Fruto de tu vientre, nuestro Señor Jesús.

Santa María, Madre de Dios, y de todos los hombres,  ruega por nosotros, pecadores. Ahora, y también en la hora de nuestra muerte. E intercede por todos nosotros, tus hijos, que quieren seguir tus pasos, para servir al Señor, tu Hijo, tal y como tú lo hiciste. Siguiendo tu ejemplo, tu entrega, tu sencillez, tu humildad, tu fortaleza, tu perseverancia, tu obediencia y  tu fidelidad. 

Madre, que nos acompañas en los dolores y sufrimientos, que tu experimentaste y supiste soportar con entereza y esperanza. Intercede por todos nosotros, tus hijos, para también, acompañados por ti, sepamos soportar con esperanza, fortaleza y perseverancia hasta la espera de tu Hijo, que nos salva para la Vida Eterna. Amén.

22 de julio de 2017

MARÍA DE NAZARET

SASSOFERRATO - Virgen rezando (National Gallery, Londres, 1640-50).jpg
María de Nazaret

Cuando me encuentro con tu Palabra, Señor, me acuerdo de tu Madre. Sí, tu, María de Nazaret, te fiaste de la Palabra de Dios. Creíste y te pusiste en sus Manos. Tú, María de Nazaret, te pusiste en camino, para servir a tu prima Isabel, y abrirte así al servicio de la comunidad que tu Hijo formaría más tarde. Tú, María de Nazaret, anunciaste con tu presencia, su Perdona Divina y Humana, llevándolo en tu seno bendito por la Gracia de Dios. Él, el Hijo enviado, contigo, era ya anunciado al mundo.

Su presencia, acompañada de la tuya, María de Nazaret, despertó de gozo y alegría a su primo Juan, que saltó de júbilo y gozo en el seno de Isabel, su madre. Juan, dentro del seno de su madre Isabel, recibió también el aviso de la presencia del Señor.

Tú, María de Nazaret, escuchaste la llamada de Dios, y la llevaste a tu vida. Y la dejaste hacer en tu camino, y la diste a conocer a todos los que a ti se acercaban. Eres la Madre que acompañas y que animas a caminar hacia el encuentro con tu Hijo. Porque, Él es la Vida y la Verdad que encontramos en el camino.

Hoy, día de santa María Magdalena, primera y mujer, que anunció la Resurrección de Jesús, quiero mirar para ti, Madre de Nazaret y del Nazareno, porque tú fuiste la madre que le acogiste y le diste tu seno, para que se hiciera vida en este mundo. Y para que, por tu Sí, nos abriera la puerta de la libertad y de la vida, liberándonos del pecado y salvarnos para la Vida Eterna. Amén.

15 de julio de 2017

MARÍA, REINA DEL MAR

María, Madre de los mares y Madre de todos aquellos que pasan mucho tiempo de sus vidas surcándolos y arriesgando sus vidas. María, Madre a la que invocamos en esos momentos de riesgos y de peligros. María, Madre intercede por todos esos hombres, del color que sean, y ponlos en el camino de tu Hijo, Redentor y Salvador.

María, Madre del Carmen, bajo cuya advocación te veneran los hombres del mar, orienta el rumbo de sus naves por el verdadero camino de salvación, que desemboca en el puerto del Corazón de tu Hijo. María, Madre de todos los marineros y trabajadores del mar, abre los corazones de todos esos hombres y sus familias, para que, siguiendo tus mismos pasos acojan la Palabra de Dios, tal como tú, Madre, lo hiciste, y oriente sus vidas tras el rumbo que conduce a tu Hijo.

María, Virgen del Carmen, que el recuerdo de tu celebridad no sea una fiesta más, sino el comienzo de una nueva travesía. Quizás, la más importante de nuestra vida, y que sea capaz de orientar el rumbo de nuestra vida por el mar del amor y la misericordia que nos lleva al encuentro con tu Hijo Jesús.

Una travesía que, a pesar de las tempestades, embestidas y sacrificios, seamos capaces de sortear y soportar las olas de las tentaciones y sufrimientos hasta llegar al puerto donde podamos encontrarnos con el tu Hijo, nuestro Señor. El Mesías y Salvador del mundo.

María, Madre protectora, que tu fiesta sea una fiesta consecuencia de sabernos protegidos y acompañados por tu amor, y un camino, donde aprendamos de ti esa respuesta sincera, humilde y consecuente que diste al Señor.  Y nos abramos a esa acogida de su Palabra, para responder como tú nos enseñas, con tu vida, a responder. Amén.

8 de julio de 2017

MARÍA, MADRE DE JESÚS

María, porque eres la Madre del Señor, ven a mí. María. María, porque supiste decir Sí y creer en la Palabra del Señor, ven a mí y ayúdame a caminar contigo. María, porque diste tu seno y tu vida para acoger la del Señor, alumbra mi camino. María, porque supiste responder con tu vida a lo que Dios te pedía, fortalece mi vida para que yo también, tomado de tu Mano, responda a lo que el Señor me pide.

María, Madre mía, gracias por tu entrega y humildad. María, Madre de todos los hombres, gracias por ser camino de servicio y de fortaleza, que abres senderos para el encuentro con tu Hijo Jesús. María, gracias por perseverar y, sobre todo, creer y confiar en la Palabra de Dios. María, acompáñame para, fortalecido en tu compañía, saber yo también confiar y esperar apoyado en la Palabra de Dios.

María, porque hiciste de la Palabra de Dios, tu camino y tu esperanza, guardando todo lo que no entendías en tu corazón. Y sufriendo, esperanzada, todas las dificultades, que encontrabas en el camino y seguimiento a tu Hijo, perseveraste y te sostuviste firme en la roca de la fe. María, Madre de la fe, que respondes a la llamada que Dios te hace y, a pesar de no entenderla, fuiste fiel a su Palabra. María, ¿qué hacer para responder como tú a la llamada del Señor?

Madre, quiero cantarte un canto de gracias y venerar tu fidelidad a la Palabra. Porque, por ti entró la salvación en este mundo, y, por ti, encontramos el camino para llegar a tu Hijo, verdadero y único salvador del mundo, que, por la Misericordia del Padre, nos perdona y nos salva. María, Madre de Jesús, intercede por nosotros, para que, junto a ti sepamos recorrer el camino que nos lleva al encuentro con tu Hijo. Amén.

1 de julio de 2017

MARÍA, MADRE DE LOS CREYENTES


Tú, María, eres la Madre de la fe. Porque tu fe nos ha traído al Salvador del mundo. Tú, María, por la fe entregaste tu vida y todo tu ser, para, acogiendo a tu Hijo, nuestro Señor Jesús, se hiciese Hombre y diese su Vida por todos nosotros. Tú, María, Madre de Dios y Madre nuestra.

María, Madre nuestra, enséñanos a creer y a fiarnos de tu Hijo Jesús. Enséñanos a mirarlo y observarlo. Enséñanos también a amarlo, y estar dispuestos a dar la vida por Él. Enséñanos a fiarnos de su Palabra, y también a obedecerle. Porque, tú eres maestra en todo eso. Maestra y Madre. Y, como Madre, estás siempre con tus hijos, cuidándolos y enseñándoles el mejor y recto camino para seguirle y llegar a Él.

María, Madre obediente, que a pesar de no entender muchas cosas, las guardabas en tu corazón confiado y abandonado a los brazos del Señor, tu Dios. Enséñanos, Madre, a ser obedientes con los mandatos del Señor, y, a pesar de no se de nuestro agrado, o de no entender muchas cosas, a confiar en la sabiduría y bondad del Señor. Porque la obediencia es el signo de la fe más característico e importante. Obedecer confiados como hacen los niños con sus padres.

María, Madre creyente, intercede por todos nosotros, para que nuestra fe no se estabilice, ni se instale, sino que crezca y camine detrás y al ritmo de la Gracia de tu Hijo, nuestro Señor. Amén.