11 de febrero de 2017

QUIERO SER BUEN VINO PARA ALEGRAR LA VIDA

Aquellos esposos de Caná estaban sin vino. El descuido les había jugado una mala pasada. El problema era grave y exigía pronta solución o traería consecuencias desagradable. Pero María se da cuenta. Una Madre siempre está atenta a los despiste y distracciones de sus hijos, y, haciendo suyo el problema, sugiere a su Hijo Jesús que haga algo. Pero Jesús entendía que todavía no había llegado su hora.

Pero, María, confía y se adelanta. Aquellos esposos necesitan un vino nuevo. Quizás nosotros también lo necesitemos. Un vino que suavice nuestras incomprensiones, nuestros egoísmos, nuestros desalientos. Un vino que sea capaz de mantener su perfume, su buen olor, su calidad aneja y su unidad. Un vino alegre, festivo, amante y lleno de vitalidad. Un vino que fortalezca nuestro compromiso y nos una más.

Posiblemente, aquella ocasión podía desencadenar en ruptura, en separación o en agravio. María está al quite y sabe también de nuestras necesidades. Sabe la misión de su Hijo y no permanece pasiva, sino que colabora y participa. Le invita a solucionar el problema, a evitar la controversia y a alegrar a los invitados con el mejor vino guardado para el final.

Madre, danos ese buen vino que una más nuestras vida y familia. Danos ese buen vino con el que sepamos mitigar la sed de las pasiones y encontrar el equilibrio del verdadero amor. Danos ese buen vino con el que alegremos nuestras vidas y sepamos sembrar respeto, obediencia, dignidad, escucha, comprensión y amor en los esposos, hijos y familias. 

Danos ese buen vino que nos dé la sabiduría y la fortaleza para amar la vida y defenderla por encima de todo. A cuidarla, a respetarla, a educarla, a acompañarla y a llevarla por los caminos que conducen al amor del Padre. Madre, intercede a tu Hijo para que llene las tinajas de nuestros corazones de ese buen vino que transforma nuestro corazón y nos lleva a la Vida Eterna. Amén.