9 de noviembre de 2016

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

El Papa Francisco nos habla hoy de la Misericordia. De esa Misericordia con mayúscula que Dios, nuestro Padre, nos regala cada día y a cada instante. Y que también nosotros, si queremos considerarnos elegidos y corresponder a su Amor Misericordioso, tenemos que practicar y avivar en nuestro corazón esa misericordia que el Señor nos regala.

Pero la misericordia no se proclama sin, primero, vivirla. Vivirla donde podamos tener la oportunidad de derramarla en y con los demás como hace Jesús con nosotros a cada instante, y de manera especial en cada Eucaristía. Esforcémonos en vivir misericordiosamente como el Padre tal y como el Papa Francisco nos invita hoy. Y tomemos el único y verdadero modelo, nuestro Señor Jesús.




PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 9 de noviembre de 2016


Queridos hermanos y hermanas:

Muchos relatos de los evangelios nos muestran que la vida de Jesús se caracterizó por ser un continuo encuentro con las personas, fue especialmente cercano a los enfermos, a los que consoló y curó de sus enfermedades y dolencias. También los encarcelados fueron objeto de su cercanía; a los privados de libertad, Jesús les brindó la nueva y verdadera libertad que nace del encuentro personal con él y que da un sentido nuevo a la vida.

Por lo tanto, siguiendo el ejemplo Jesús, no podía faltar entre las obras de misericordia el visitar a los enfermos y a los encarcelados. Como cristianos estamos llamados a convertirnos en instrumentos de la misericordia de Dios, siendo cercanos y sin juzgar a nadie, para que nadie se sienta abandonado a su suerte ni tampoco acusado, sino que todos, sin exclusión, se sientan amados por Dios mediante gestos que expresen solidaridad y respeto. Estos gestos, cuando son hechos en nombre de Dios, se convierten en auténticos signos elocuentes y eficaces de su misericordia.


Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los animo a que sean valientes y abran el corazón a Dios y a los hermanos, de modo que sean instrumentos de la misericordia y ternura de Dios, que restituye la alegría y la dignidad a quienes la han perdido. Muchas gracias.