18 de mayo de 2016

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO



En la audiencia de hoy, el Papa toca la esencia de nuestra fe, porque realmente cree, no el que realiza muchos actos de piedad y cumplimientos litúrgicos, sino el que hace la Voluntad de Dios. Y la Voluntad de Dios la ha dejado muy clara el Hijo, el Enviado, al revelarnos el Amor del Padre. No es el dinero lo que condena al rico, sino su indiferencia en compartirlo y su egoísmo en disfrutar de esta corta vida cegado por el placer y las apetencias. Es, por tanto, el matiz salvador, el fin que le demos a nuestra misericordia, termina diciéndonos el Papa, porque de no esforzarnos en ser misericordiosos como el Padre, nuestra relación con Él queda empobrecida y sin conexión.  

Sólo podremos amar a Dios si amamos en justicia y verdad a los demás, de tal forma que nuestra relación con Él será en función de nuestra relación con los demás. En esta hermosa parábola, Jesús nos lo dice claro, y el Papa nos ayuda a comprenderlo también.

Salvador Pérez Alayón.


Reflexionemos seriamente sobre lo que el Papa nos dice:

Queridos hermanos y hermanas:

La parábola del rico epulón y del pobre Lázaro presenta dos modos de vivir que se contraponen. El rico disfruta de una vida de lujo y derroche; en cambio, Lázaro está a su puerta en la más absoluta indigencia, y es una llamada constante a la conversión del opulento, que este no acoge.

La situación se invirtió para ambos después de la muerte. El rico fue condenado a los tormentos del infierno, no por sus riquezas, sino por no compadecerse del pobre. En su desgracia, pidió ayuda a Abrahán, con quien estaba Lázaro. Pero su petición no pudo ser acogida, porque la puerta que separaba al rico del pobre en esta vida se había transformado después de la muerte en un gran abismo.

Esta parábola nos enseña que la misericordia de Dios con nosotros está estrechamente unida a nuestra misericordia con el prójimo; cuando falta nuestra misericordia con los demás, la de Dios no puede entrar en nuestro corazón