12 de marzo de 2015

EL MES DE MARZO, EL MES DE SAN JOSÉ (II)

El 19 de marzo de 2013, el recién elegido Papa Francisco pronunció su primera y riquísima homilía sobre san José, de la que comenté algunos aspectos en la entrega anterior y ahora quiero seguir comentándola. 
San José no ha sido el amo y señor, sino el custodio del patrimonio, recibido de Dios: Jesús y María. Y los ha sabido custodiar de una manera admirable, porque ha sabido escuchar en cada momento la voz de Dios y se ha dejado dirigir de la mano del Señor en todo. Si Dios le habla en sueños es porque sabe que José está siempre dispuesto a escucharle y por eso ha sido siempre sensibilísimo a las personas que el Padre del cielo le ha confiado. Ha sabido leer con realismo los signos de los tiempos, y ha sabido estar siempre atento a las personas a él confiadas, tomando así las decisiones más sabias. 
En el padre virginal de Jesús, en san José encontramos y descubrimos el modelo de cómo responder a la vocación y a la llamada de Dios, descubrimos las dos cualidades indispensables para responder a la voz de Dios, cuando habla: disponibilidad y presteza. En la llamada para que vaya a Egipto le dice el Señor por el ángel: José, toma a tu mujer y a su hijo y vete a Egipto porque Herodes anda buscándole para matarlo. Se lo dice de noche, en sueños, pero es muy grave lo que le dice, vale la vida del hijo que la suya propia, y sin pérdida de tiempo, sin esperar al amanecer los despierta, lo prepara todo de prisa y se ponen en camino del destierro. 
La prerrogativa principal del obrar de san José fue poner toda su vida al cuidado de su hijo. Se olvidó de sí mismo, de sus proyectos personales, de sus aspiraciones humanas y ha puesto en el centro de todos sus planes el bien de Jesús, Y así nos enseña a nosotros cómo custodiar al prójimo que vive con nosotros en casa, en el trabajo, en la vida ordinaria de cada día. 
El Papa toca otro punto de la misión de san José, aplicándoselo a sí mismo. San José es el modelo del poder, de la autoridad vividos como servicio. San José es el padre de Jesús por su matrimonio con María, es el esposo de María, la cabeza de la sagrada Familia, le colocó Dios al frente de su Familia. Pero él vive esta realidad como puro servicio. Tiene plena conciencia de que se le ha confiado la Familia de Dios no para ser servido sino para servir y lo vive con servicio amoroso y sacrificado. Dice san Juan Pablo II en la Redemptoris custos “San José ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús, mediante el ejercicio de su paternidad, de este modo el coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente ministro de la salvación. Ha hecho de su vida un servicio, un sacrificio” a Jesús; “al haber hecho uso de su autoridad legal que le correspondía sobre la Sagrada Familia para hacerle don total de sí, de sus vida y de su trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor doméstico con la oblación sobrehumana de sí, de su corazón y de toda capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, que crece en su casa” (RC 8). Para san José servir es reinar. 
Recuerda el Papa que ha iniciado su ministerio papal en la fiesta de san José y en íntima unión con ella. Este ministerio comporta también poder, pero no debemos olvidar que el verdadero poder es el servicio – la oración dominical y ferial XXVI del tiempo ordinario litúrgico comienza: “Oh Dios,  que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia”- y el Papa debe ejercer su poder en el servicio, que tiene su culmen en la muerte  en la cruz: no he venido a ser servido sino a servir y dar la vida en rescate por todos (Mt 20,28); debe poner los ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe de san José y como él abrir los brazos para custodiar a todo el pueblo de Dios y acoger con ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres  y necesitados, a los más humildes, a los más pequeños.  
La figura de san José, como custodio de Jesús y de María, lo llena todo en la homilía del Papa. San José es el ideal de virtudes y actitudes que tenemos que ejercitar, como custodios que somos de todos los bienes de Dios, tales como bondad, ternura, amor, esperanza alegre y paciente, servicio permanente, acudiendo especialmente a los más pobres, a los más abandonados, a los más humildes, a los más desvalidos, a los pequeños.  Aprendamos estas virtudes en la escuela gratuita de san José y vivámoslas con entusiasmo en la vida de cada día.   
                                                         P. Román Llamas, ocd