26 de noviembre de 2014

SANTA TERSA DA A SAN JOSÉ EL CAPÍTULO 6 DE LA VIDA (II)


La bondad paternal de san José.

            Doctrinalmente santa Teresa condesa en dos páginas autobiográficas, cuando escribe este capítulo, la doctrina que los predicadores de la época y los tratadistas explican con muchas hojas, con la ventaja de que las suyas son la exposición de unas vivencias espirituales muy hondas y comprensivas.
            Dado el momento vital y espiritual que está viviendo la santa y en el que relee la historia de la salvación de su alma, lo que embarga su espíritu es la bondad paternal  y el pode singular de san José para ayudar en todas las necesidades, Cuando la Santa redacta este capítulo ha experimentado ya la mano paternal y poderosísima  de san José en momentos cruciales de su vida y de su obra de fundadora: curación milagrosa, fundación del convento de san José, liberación de los peligros del alma y ayuda en momentos de duras pruebas… y todavía le quedan muchos años de vida en los que la bondad de San José se va a ir dejando sentir palpablemente. Escribe el libro de la Vida en el 1565.
            Santa Teresa no tiene referencias ni hace reflexiones sobre la bondad  de san José, como lo hace de la bondad de Dios Padre en el Camino, exponiendo la invocación  de la oración del Padre nuestro; sencillamente llama a san José Padre, Padre mío: :este padre y señor (V 6,6),mi verdadero padre y  señor (V 33,11), mi glorioso padre y señor san José (F, prol 5), glorioso padre mío san José (V 30,7), mi padre glorioso san José (V 36,6), mi padre san José (V 33,14; 36,11), el glorioso padre nuestro san José (V 36,5). ¿Nos damos cuenta de toda la carga de amor, de bondad, de ternura que encierran estas palabras, referidas  al santo Patriarca, como expresión de la  experiencias josefinas de la Santa?.
            Hay que añadir aquí lo que ella afirma de su padre, de su gran piedad y caridad (V 1,2), del tan demasiado amor que mi padre me tenía (V 2,7) que faltarme él, era faltarme todo bien y regalo y se me arrancaba el alma, cuando le veía morir porque le quería mucho (V 7,14); con la añadidura de unas experiencias de amor y bondad por parte del padre que hacen más  bellos y sentidos estos valores, como cuando la lleva a las Agustinas de Gracia de la ciudad para librarle de los peligros de alma  en que encontraba. En la enfermedad que se le presentó no mucho tiempo después de entrar en al Encarnación, con todo cuidado  de mi regalo mi padre y mi hermana me llevaron a casa de esta en Catellanos de la Cañada y después de tres  meses con grandísimos trabajos. Su padre volvió a traerla, la trataron médicos y la cosa iba de mal  a peor; de abril a la Asunción de la Virgen duró la enfermedad, los últimos meses con dolores  incomportables que día ni noche ningún sosiego podía tener y como la  cura era más  recia de lo que pedía mi complexión, degeneró en un paroxismo que duró cuatro días. Todos la deban por muerta (en el convento de la Encarnación ya habían abierto la sepultura) sino era su padre que siempre decía: mi hija no está para sepultar. Su amor de padre no se equivocó..
            Pensemos también en lo que dice de la paternidad de Dios sobre nosotros en el comentario del Padre nuestro. Es tanto lo que da junto en la primera palabra que si el entendimiento lo comprendiera plenamente, ocuparía de modo la voluntad que no podía hablar palabra (C 27,1-2). Le dice la santa al Hijo, a Jesucristo que “nos da todo lo que se puede dar, pues obliga a su Padre a tenernos por hijos, que su palabra no puede faltar, y así no es pequeña carga, pues en siendo padre nos ha de sufrir, por grandes que sean nuestra ofensas. Si nos tornamos a él, como el hijo prodigo, hanos de perdonar, hanos de consolar en nuestros trabajos, hanos de sustentar, como lo da de hacer un tal Padre, que forzado ha de ser mejor que todos los padres del mundo, porque en él no puede haber sino todo bien cumplido; y después de todo esto hacernos partícipes y herederos de Vos” (C 27,2).
            San José es la sombra de Dios Padre en la tierra. En él ha puesto el Espíritu Santo la condición de Dios Padre  de la manera más perfecta que puede recibirla un hombre en la tierra. San José en este aspecto de bondad es el Rostro de Dios en la tierra  Así lo fue para Santa Teresa. Por eso, podemos aplicarle, con las debidas reservas, lo que la Santa dice  de la bondad de Dios Padre. Por ejemplo: “¡Oh bondad infinita de mi Dios… que toda querría, cuando esto veo, deshacer en amaros! ¡Oh, que buen amigo hacéis, Señor, cómo la vais regalando y sufriendo y esperáis a que se haga a vuestra condición, tan de mientras la sufrís Vos la suya!” (V 8,6) Apliquemos estas palabras al comportamiento de san José para con ella..
            “Fiad de su bondad que  nunca falta a sus amigos” (V 11,12). Fiad de san José que nunca faltó a sus fieles devotos. Miremos a la misma santa Teresa que no recuerda haber pedido alguna cosa a san José que no se la haya concedido: es lo que le decimos en la oración del Acordaos. Acordaos, oh purísimo Esposo de la Virgen María, mi padre y señor gloriosísimo, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección y pedido vuestra ayuda no haya sido escuchado y consolado.
            “¡Oh, Señor mío, qué bueno sois! Que dais como quien sois con gran largueza y magnanimidad” (V 18,3). ¡Qué buenos eres san José!, exclama santa Teresita del Niño Jesús. Ella también experimentó a lo largo de su corta vida la protección y la ayuda de san José. Ya a los dos meses de edad le salvó san José milagrosamente de una situación extrema. Su madre se arrodilló delante de una imagen de san José con  el  Niño que tenían en la habitación y le pidió confiadamente que le curase a su hija y la  curó Toda la familia lo tuvo como un milagro del santo Patriarca y la misma santa Teresita cuando se lo contaron.
            En el viaje a Roma se encomendó especialmente a José, rezándole la oración “San José, padre y protector de las vírgenes”, que le rezaba todos los días.
            Santa Teresa dice: “Si va algo torcida la petición, él la endereza para mayor bien mío” (V 6,7).

            “Fíe de la bondad de Dios que es mayor que todos los males que podamos hacer…Nunca se cansa de dar ni se pueden agitar sus misericordias” (V 19,15)Así es san José. Su bondad está muy por encima de todos nuestros males, no desoye a ninguno que acude a él, aunque sea el más pobre y miserable y nunca de cansa de alcanzar gracias de su Hijo a todo el que le invoca con amor. Sus misericordias no se agotan y goza en atender y cuidar de todos. ¡Qué bueno es san José!