9 de mayo de 2014

Santidad

La Iglesia, desde sus comienzos, ha tenido conciencia de ser una comunidad de santo, aunque en su interior siempre hubo fallos, conductas mediocres, hipócritas y egoístas de sus miembros. También sabemos que desde los primeros tiempos de la vida de la Iglesia algunos se plantearon, hoy se lo siguen planteando, el restringir el círculo de los redimidos a un pequeño número. Aunque siempre en el interior de la Iglesia existió y existe la tentación de un cierto elitismo espiritualista, siempre lo rechazó afirmando que todos son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, que en esto consiste la salvación. Ya San Pablo llama Santos a todo bautizado, lo cual para algunos puede parecer una perogrullada. Sería una gran pobreza que la santidad solo quedase reducida a aquellos que son canonizados, declarados santos por la Iglesia como modelos para los cristianos. En fin que podemos considerar como santo a aquella persona que, desde su fe en Dios, y sin que se le reconozca la oficialidad de la santidad, ha vivido con seriedad su compromiso ante la vida, su entrega a los demás y no se ha creído en el monopolio de la verdad, d ella bondad y de la perfección. 

La Iglesia no es la comunidad de los santos en función de la vida de sus miembros, sino de la unión de estos con Cristo, con Dios, que es el único bueno y santo : Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación. Es Dios el que santifica a la Iglesia y a los miembros que la componen, ya que ella, y en ella los bautizados, están llamados a ser testigo en medio del tiempo de la bondad y de la santidad del mismo Dios.

Cristo, el rostro de Dios, enseñó que debíamos ser perfecto como el padre del cielo es perfecto, lo que es lo mismo, aunque la santidad no depende de lo que nosotros hacemos o dejamos hacer por Dios, sino de los que Dios es capaz de hacer en nosotros, es don y gracia de parte de Dios, implica una cierta exigencia moral, la vivencia de la virtudes y de los valores humanos, de todo aquello que nos hace ser más y mejor personas, pero buscando siempre vivir lo que caracteriza la perfección de Dios: el amor, el perdón, la bondad, la caridad como primacía de toda vida cristiana, la cual no siempre coincide con ciertas posturas legalistas, en el cumplimiento de normas, reglamentos, tradiciones o ejercicios ascéticos, que no siempre llevan a Dios y que, con harta frecuencia, se olvidan de la vivencia de los valores humanos y evangélicos, que no se excluyen, sino que se complementa, y ello porque el mismo Cristo con su encarnación nos ha redimido asumiendo todo lo que de humano hay en nuestra vida, y asumiendo esa misma postura es como nosotros, unidos a Cristo debemos intentar ser perfecto como lo es el padre del cielo. 

A lo largo de la historia han existido dis tintos modelos de santidad canonizada, de santidad oficial, esa santidad que la Iglesia presenta como modelo de cristiano. Desde el mártir, el héroe por antonomasia de la fe cristiana que ha vivido la plena unión con Cristo hasta el extremo de dar su vida por el mismo Cristo y el evangelio, pasando por el asceta, el monje, donde resalta como prototipo de su santidad la ascesis, el desprendimiento de todo, lo penitencial, la pobreza, la ruptura con la sociedad como lugar donde se hace cada vez más difícil vivir el idea de vida cristiano o el desprecio a sí mismo considerándose estiércol basura y creyendo que muchos son los llamados, pero pocos los escogidos; los pastores y jerarcas en los que se destaca su fidelidad a la Iglesia; los dedicados a tareas benéfico asistencial o de enseñanza, en los que sobresale la preocupación por el necesitado en el cual se pretende ver el rostro del Cristo pobre buscando organizar la caridad para hacerla más eficaz y metódica ; y en los últimos momentos vemos como comienzan a adquirir importancia en el catálogo de santos oficiales los laicos, los cristianos que han vivido en medio del mundo y de sus ocupaciones. Desde ciertos movimientos cristianos vemos como se intenta que se reconozca como modelo de cristianos a tantos hombres y mujeres que desde su fe se han entregado, dando incluso su vida, por el hombre y las causas que buscan devolver dignidad a la misma vida, creyendo que así, y no estaban por ello equivocados, trabajaban por el Reino de Dios.

Como podemos ver tipos de santidades canonizadas han existido muchas, no todas son válidas para el cristiano de hoy que no se identifica para nada, o muy poco, con aquellos cristianos que fueron propuestos como modelos en su tiempo por su ruptura con el mundo, visto como malo y pernicioso, por el amor excesivos a los ejercicios penitenciales, o por su fidelidad robótica al cumplimiento con la observancia, entendiendo por tal conjunto de normas, leyes, ritos, tradiciones, a través de las cuales querer agradar a Dios. Por el contrario le gustaría tener como modelo de santidad, a cristianos que impulsados por su fe, teniendo a Cristo como modelo y siendo en todo momento obedientes a la voluntad de Dios, hayan sido capaces de casar su fe y su fidelidad al mundo, a los valores laicos, a la lucha por conseguir una mundo mejor en donde desaparezca todo aquello que quita dignidad y hermosura a la vida misma. Busca como modelos a creyentes que hayan hecho todo lo posible, desde su fe, por dar un sentido más humano al mundo y a la historia y es que la santidad debe suscitar, como nos enseña el concilio Vaticano II, un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena.

Javier de la Cruz