8 de febrero de 2014

EL CAMINO DE LA VIDA


La vida es un camino a veces llano, fácil y de preciosos paisajes y en otros tramos duros, de empinadas cuestas, pedregoso y llenos de fatiga.

En nuestra mochila llevamos lo indispensable para hacer el camino, para recorrer los senderos, que nos lleven a la meta. Según van pasando los años vamos necesitando de un bastón a modo de cayado que nos ayude a mantener ese necesario equilibrio que hace que veamos todo desde el prisma justo y necesario.

El Amor, la entrega, la donación, el servir a los demás, la caridad, la justicia, la misericordia, el perdón son parte de pack que llevamos dentro de nuestras mochilas que podrán ser tan ligeras o pesadas como hayamos afrontado nuestro caminar diario.

Los alimentos son básicos y a la vez imprescindibles para continuar transitando por estos mundos de Dios: La Eucaristía, la oración y la fe. Nuestra bebida, la que nos da fuerzas y energías para seguir es Cristo que se convierte en el mejor compañero de viaje, en nuestro amigo del alma, en nuestro hermano mayor, en nuestro guía que da sentido a los sufrimientos y alegrías que se experimentan en el trayecto del camino de nuestra vida.

Cuando vamos por caminos sencillos, atravesamos verdes prados que relajan nuestras almas y todo lo que nos rodea es fácil: ¡Ahí está Dios! Y cuando empezamos a encontrarnos en terreno pedregoso, peligrosas y empinadas cuestas que solo un resbalón te puede costar la Vida, cuando el sufrimiento y el dolor se instalan en tu ser, cuando el desasosiego y la intranquilidad impregna todo también ahí está Dios pues es Él el que da sentido pleno a nuestros pesares y sufrimientos como parte imprescindible de nuestro real camino hacia la salvación.

¡Qué poco entendemos el sufrimiento y el dolor! Cuando aparecen nos desmadejamos de tal manera que quedamos hechos unas verdaderas “piltrafas” y nada ni nadie es capaz de consolarnos. ¡Qué equivocados estamos! 

Cuando sufras, sientas dolor físico o espiritual, cuando la tristeza y la angustia te embargue no te lo quedes todo para ti, ¡No seas tan egoísta! ¡Ofrécelo! 

Sí, tienes que ofrecerlo a Dios como el mejor regalo que haces por Sus Intenciones o por las necesidades de esos que más necesitados estén y las almas más atribuladas que necesiten de esta profunda oración donada en forma de dolor y sufrimiento.

Cuando has ofrecido tu dolor, tu sufrimiento, tu pesar, tus tristezas, la incertidumbre y el desasosiego que se ha instalado en la vida van tomando otro cariz, se torna en otro color y donde había negritud ahora aparece el color de un anaranjado amanecer. Dios te premia con consuelo y paz en cuando has ofrecido tus incertidumbres y desconsuelos.

Padezco una enfermedad digestiva que en muchas ocasiones me ha tenido literalmente “fuera de juego”, con persistentes dolores y un cansancio atroz. Es en esas situaciones, cuando casi no puedes dar un paso, cuando ves lo ínfimo que es el ser humano a pesar de su grandeza, cuando no tienes fuerzas ni para abrir la puerta, entonces es cuando delante del Señor, abrigándote en Sus Brazos, le ofreces todos tus padecimientos y enseguida encuentras sentido real a todo.

Por muy escarpadas que sea la subida siempre se llega a la cima de la montaña donde contemplas relajado la inmensa belleza de la Obra Creadora de Dios que ha realizado en tu vida.

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios te bendiga.

Jesús Rodríguez Arias