19 de diciembre de 2013

SIN ALEGRÍA, LA VIDA NO ES VIDA

Todos buscamos la alegría. No hay duda en esa afirmación, pues una vida triste es una triste vida. Además, todos experimentamos que dentro de cada uno de nosotros hay un volcán de sentimientos alegres: Queremos ser alegres y vivir en la alegría y alegremente. La alegría es el gozo de sabernos seguros, en paz, sin ataduras ni inclinaciones o esclavitudes y felizmente eternos.

Buscar y vivir esa alegría apoyado en las cosas del mundo, sabemos y experimentamos que es hermoso, pero caduco. Termina pronto. No es eterna ni plenamente gozosa. Se muere por falta de horizonte, de sentido, de perspectiva, pero sobre todo por falta de amor. El amor es el azúcar que endulza la vida, le da sentido y la hace valiosa. Sin amor, la vida se pudre como la planta sin agua.

Por eso, cuando la vida no está impregnada de amor aparece la muerte. Sin amor la vida se muere y la realidad nos remite a tantos niños muertos en el vientre de sus madres por falta de amor. El aborto nace de la falta de amor, es hijo del desamor y entristece la vida. No podemos entender y concebir una vida sin amor.

La pregunta es. ¿Qué celebramos dentro de unos días: El Amor que nace a la Vida y la llena de alegría, o el amor apoyado en la cesta que sólo algunos pueden adquirir, mal llamada de navidad, que nos da un poco de alegría durante unas horas y luego caduca?

La vida está llamada a vivirse con alegría, pero esa alegría no es la que celebra el mundo, sino la que se encarna en el Hijo de Dios que nace para alegrar los corazones de todos los hombres.

Desde este criterio y en la esperanza de sentirnos vivos y alegres, compartimos la felicidad de sentirnos felcices por el Nacimiento del Niño Dios.

Salvador Pérez Alayón

FELIZ NAVIDAD