24 de noviembre de 2013

Nos vemos en la Eucaristía

José-fina Rojo ha diseñado un logo precioso que expresa uno de los lemas de los blogueros con el Papa. No se trata de un lema oficial.

"Nos encontramos en la Eucaristía" es un deseo profundo con el que Tarihatzi -apodo de Cristina Llano- lleva años despidiéndose de cuantos interlocutores encuentra en la Red. No sé si es por la insistencia con que lo usado o por la fuerza del deseo de ser fuente de comunión bloguera o por la profundidad del mensaje, que expresa el fundamento de toda comunión de personas, el caso es que cada vez son más los blogueros que la imitan usando ese lema o coletilla final.

Si no me equivoco, Cristina suele decir "nos encontramos en la Eucaristía". Joséfina, en cambio, ha preferido otra versión "nos vemos" que es análoga.

Ciertamente, "nos vemos en la Eucaristía" es una frase equívoca, porque permite acentuar dos significados distintos pero complementarios. Y quizá por eso es más acertada.

Por una parte, parece la despedida de unos parroquianos con que se citan recíprocamente para volverse a ver en la celebración eucarística. Es allí donde se ven y se encuentran. Allí es donde quedan para celebrar juntos el misterio de nuestra fe católica. La Eucaristía es la vida de la Iglesia y lógicamente lo es también de cada uno de sus miembros. Vivimos por y para la Eucaristía.

En este sentido, "nos vemos en la Eucaristía" porque es allí donde nos encontramos. Es más, o nos encontramos en la Eucaristía o no nos encontraremos nunca.

Por otra parte, "nos vemos"  subraya  el sentido de que allí es donde, quienes se despiden, se reconocen como feligreses de una misma Iglesia. Pueden verse como hermanos, porque la suya es la comunión de Cristo, expresada en la Eucaristía.

Ya sólo por estas consideraciones valía la pena escribir este post. Pero el motivo principal por el que me he animado a hacerlo es porque este lema o slogan puede producir en algunas personas un dolor. Me lo dijo una vez un amigo mío, que vive en una situación matrimonial irregular y que no puede acercarse a la comunión sacramental. Estas palabras le producen mucho dolor. Sería algo así como poner el dedo en la llaga abierta o como estar comiendo copiosamente ante la presencia de un muerto de hambre. Quien usa esta expresión no pretende ni remotamente producir ese sufrimiento en quien lo escucha, pero de hecho así puede suceder. Aquél le desea algo muy bueno... pero el otro piensa para sus adentros: "sí, eso quisiera yo, pero no podremos vernos allí, porque yo no puedo comulgar".

Es perfectamente comprensible este dolor. Y no creo que lo que yo escriba a continuación pueda servir para eliminarlo del todo, pero sí espero que por lo menos pueda paliarlo de algún modo.

La Eucaristía y la Comunión no son palabras equivalentes. La Eucaristía es la fuente de la Comunión y de toda comunión de personas, porque es la Vida de la Iglesia -tanto dentro como fuera de sus límites visibles-, puesto que la salvación de los hombres nos llega a través de ella. La Eucaristía no es otra cosa que la celebración del misterio pascual de Cristo. Los teólogos suelen hablar de esos tres aspectos de la Eucaristía: como sacramento, sacrificio y comunión.

En la práctica, muchos fieles reducen todo a un significado muy personal: "recibir la comunión sacramental", es decir, comulgar. Ciertamente para ellos ese momento es el decisivo y, por eso, se sienten excluidos e incluso rechazados por la Iglesia. Sin embargo, lo importante no es recibir sacramentalmente a Jesús sino estar realmente en comunión con Él. Es decir, lo importante no es el signo sino lo significado. La prohibición de comulgar tiene un fundamento jurídico: siendo el matrimonio signo de la Eucaristía, es decir, de la unión esponsal de Cristo con su Iglesia, quien vive en situación irregular se encuentra en una contradicción objetiva.
"La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio" (Familiaris consortio, 84).
No es por una razón moral ni mucho menos penal. No se difama a nadie por excluirlo de la Comunión eucarística. Son dos hechos públicos y exteriores que entran en conflicto: la Eucaristía no encuentra correspondencia con la vida sexual del fiel que está en situación matrimonial irregular. La contradicción no tiene por qué ser necesariamente subjetiva. La vida es tan complicada que son infinitas las situaciones y la valoración moral que deba atribuirse a cada una.

Precisamente por eso, y también por la Misercordia divina, la Iglesia que es Madre no cesa de insistir a sus hijos a que no consideren excluidos de la comunión divina y eclesial. Particularmente significativas son las declaraciones de los dos últimos Papas:

En el año 2005, el Papa Benedicto XVI se extendió sobre este tema en un famoso discurso dirigido al clero del valle de Aosta, al que pertenecen estas palabras:
"Aunque no pueden acudir a la Comunión sacramental, no están excluidos del amor de la Iglesia y del amor de Cristo. Ciertamente, una Eucaristía sin la Comunión sacramental inmediata no es completa, le falta algo esencial. Sin embargo, también es verdad que participar en la Eucaristía sin Comunión eucarística no es igual a nada; siempre implica verse involucrados en el misterio de la cruz y de la resurrección de Cristo. Siempre implica participar en el gran Sacramento, en su dimensión espiritual y pneumática; también en su dimensión eclesial, aunque no sea estrictamente sacramental". 
Más recientemente, Francisco tuvo una rueda de prensa en el avión en que regresaba a Roma después de la celebración de la JMJ de Río de Janeiro '13.
"Es un tema que vuelve siempre. Creo que ha llegado el tiempo de la misericordia, este cambio de época en el que hay muchos problemas incluso en la Iglesia, incluso en el testimonio no tan bueno de algunos sacerdotes. El clericalismo ha herido a mucha gente y hay que ir a curar a estos heridos con la misericordia. La Iglesia es mamá, y en la Iglesia se debe encontrar misericordia para todos. Y no hay que esperar a los heridos, hay que ir a encontrarlos. Creo que ha llegado el momento de la misericordia, como había intuido Juan Pablo II que instituyó la fiesta de la Divina Misericordia. Los divorciados pueden hacer la comunión, son los divorciados en segunda unión los que no pueden. Hay que ver el tema en la totalidad de la pastoral matrimonial. Abro un paréntesis: los ortodoxos, por ejemplo, siguen la teología de la economía y permiten una segunda unión. Cuando se reúna el grupo de los ocho cardenales, en los primeros tres días de octubre, trataremos sobre cómo seguir adelante en la pastoral matrimonial. Estamos en camino para una pastoral matrimonial más profunda. Mi predecesor en Buenos Aires, el cardenal Quarracino, siempre decía: “Para mí, la mitad de los matrimonios son nulos, porque se casan sin saber que es para siempre, porque lo hacen por conveniencia social, etc...”. También debemos estudiar el tema de la nulidad" (Rueda de prensa en el avión).
En definitiva, con este post querría ser de consuelo para todos aquellos que sufren al oír las palabras "nos vemos en la Eucaristía". Este puede ser también su lema, porque realmente lo que en él se significa es la comunión de los santos, incoada aquí en la Tierra y plenamente consumada en el Cielo cuando Cristo sea todo en todos.

Joan Carreras