28 de agosto de 2013

SAN JOSÉ EN EL ORDEN HIPOSTÁTICO DE LA GRACIA

Cada miércoles, día dedicado a la memoria y al amor al gloriosísimo y santísimo San José, un recuerdo especial suyo como homenaje al Papa Francisco por el amor y devoción que tiene al glorioso Patriarca, como lo demuestra especialmente, amén de otras muchas manifestaciones, por la homilía pronunciada en el día de su toma de posesión del ministerio Petrino el 19 de marzo, fiesta de San José. Y últimamente haciendo que su nombre sea pronunciado inmediatamente después de la Virgen María en las plegarias eucarísticas II, III, IV de la Misa. Esto supone una inmensa glorificación para San José y, pienso, un buen medio para propagar la devoción al glorioso Patriarca.



            San José está comprendido en el decreto divino por el que el Padre del cielo decidió que su Hijo, su Palabra se encarnara en el seno de la Virgen para llevar a cabo la salvación de la humanidad del pecado y de la muerte, porque “en la predestinación eterna no sólo esta comprendido lo que se ha de realizar en el tiempo, sino también el modo y el orden de su ejecución” dice Santo Tomás (III. q 24, a 4). Ahora bien, si en el decreto divino de le Encarnación  del Verbo de Dios está comprendida la Virgen María por ser la Madre  del mismo Verbo, tiene que estar también San José porque el Verbo de Dios tenía que nacer de una Virgen desposada con un hombre llamado José como dice San Lucas: el ángel Gabriel fue enviado por Dios a  una ciudad de Galilea llamada Nazaret a una virgen desposada con un hombre llamado José (Lc 1,26-27). San José, como María están comprendidos en el modo y el orden del decreto divino.
            Por este decreto divino San José entra a formar parte del orden hipostático –hipostasis equivale a persona- el orden de la gracia, de la comunicación gratuita de Dios, llevado a cabo por la vida de su Hijo encarnado en el seno de María, es el orden de la gracia personal salvadora y redentora de Jesucristo, consumado en su pasión, muerte en cruz y resurrección, un orden de gracia gratuita excepcional, maravilloso, que no cabe en inteligencia humana, muy superior al orden de la gracia en el que se mueven todos los seres humanos, aun los más santos, como los apóstoles y san Juan Bautista.
            San José recibió en sueños una orden de Dios de que tomase a María, su mujer, en su casa – “es llamado de nuevo por Dios a este amor” (RC 19). Y José, levantándose del sueño la tomó en su casa, casándose definitivamente con ella.
            Y por este matrimonio, sin el cual no habría habido encarnación del Verbo de Dios,  José quedó constituido en padre de Jesús, en contacto directo e inmediato con el Hijo de Dios encarnado, desempeñando y ejerciendo con él  todo lo  que comporta y entraña la paternidad. “San José ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el servicio de la paternidad: de este modo él coopera en la plenitud de los tiempos al gran misterio de la redención y es verdaderamente ministro de la salvación” (RC 8).
            Si como dice un santo, el B. Francisco Palau, “a la fe, a la esperanza y a la caridad de Maria debemos nuestra salvación” (Mes de María, día siete, III), podemos decir lo mismo, salvadas la proporciones, de san José. Hemos sido salvados por la fe, la esperanza y la caridad de San José, íntimamente unidas a las de Maria y Jesús, con quienes forma la Trinidad santísima de la tierra. Es verdaderamente ministro de la salvación.
            En la solemne coronación de San José, cuyo 50 aniversario celebramos el 24 de este mes, aniversario a su vez de la fundación del primer convento dedicado en el mundo entero a san José en Ávila  por Santa Teresa, dijo el Cardenal Larraona, comisionado por el Papa Pablo VI para esta coronación: “Coronando a la Virgen o a san José, se corona también al con ellos a Jesús, Rey de reyes, que quiso asociar a la Encarnación y a la Realeza a su bendita Madre y a su padre nutricio”.

                                   P. Román Llamas, ocd