24 de junio de 2013

Los desagües



También en otras épocas el aborto y el abandono de los recién nacidos eran prácticas corrientes. El mundo pagano, el mundo de los ídolos, no conocía a Dios. La vida no tenía valor. La insensibilidad era el principal pecado de aquellas sociedades paganas.

También hoy vivimos una situación cultural semejante, especialmente por lo que se refiere a la insensibilidad. Baste pensar en los bebés rescatados en los últimos días, arrojados por sus madres a los desagües. Hace una semana sucedió en China; ayer, en Alicante (España). "No tenía suficiente dinero para abortar", diría la mujer, cuando la detuvo la policía.

"Es una ignorante", comentaba uno, "puesto que el aborto está al alcance de todos los bolsillos".

Ciertamente, ella era una ignorante y también quien hizo ese comentario. El problema no es económico, sino cultural. Es el valor de la vida el que se está siendo arrojando por las alcantarillas. No hay una diferencia radical entre abortar y arrojar al recién nacido por un desagüe. Legalmente la hay, pero no desde el punto de vista moral. La insensibilidad no está sólo en esa joven madre -a la que no se puede juzgar- sino a la sociedad que empuja a las madres a desembarazarse de sus hijos.

Urge una cultura de la vida que no "criminalice" a las madres sino que sacuda las conciencias de todos cuantos contemplan el aborto como algo bueno. "El aborto tiene que existir y son las mujeres las que tienen que decidir", declaraba ayer una actriz en un programa televisivo. Tal como está planteado, parece que se esté animando a las mujeres a elegir bien, es decir, a abortar. Hablan de libertad de elección, pero en ningún momento se les ocurre plantear la posibilidad de animar a las mujeres a que den a luz a sus hijos.

¿Es posible cultivar una cultura pro vida la mismo tiempo que se subraya la libertad de la mujer para decidir? Éste es uno de los puntos clave de la cultura pro vida. Si la respuesta fuese negativa, entonces las campañas en favor de la vida podrían aparecer como un ataque a la libertad de las mujeres. Si la respuesta es afirmativa, cabe entonces defender a la vez la vida y la libertad, como bienes que no se excluyen, sino que se exigen mutuamente.

Hay quien afirma que la vida sería un bien de tal envergadura que no puede ser manipulable ni negociable. Es cierto. La dignidad de la persona consiste precisamente en eso, en la necesidad de ser tratada como un sujeto y nunca como un objeto. Pero es cierto sólo cuando hablamos de la vida de una persona concreta. No podemos jugar con la vida de ninguna persona como moneda de cambio, pero aquí estamos ante otro problema. Estamos intentando precisamente que las mujeres que han engendrado una criatura comprendan y actúen de acuerdo con este principio. No sólo está en juego el bien del nasciturus, sino también el de la madre gestante.

En el terreno moral, es cierto que no podemos decir a esa mujer: "eres libre para abortar", porque la libertad no debe ser nunca presentada como un pretexto para pecar. Se le debe decir, en cambio: "eres libre para acoger la vida que hay en ti" y encontrarás en la sociedad la ayuda que necesitas.

En el terreno de las libertades políticas, es necesario defender la libertad de la mujer para que tome la decisión en conciencia.

Yo acabo de criticar a una actriz por ser hipócrita, al sostener esta tesis: "El aborto tiene que existir y son las mujeres las que tienen que decidir". En realidad no le importa nada la decisión que tome ella: parece más bien defender el aborto y secundar la cultura de muerte y el negocio de sangre que se cela detrás de ella.

En el terreno político, por tanto, no quiero ser hipócrita: defenderé la libertad de la mujer, incluso cuando toma la decisión terrible de abortar. No aplaudiré su conducta ni la legitimaré de ninguna manera. Pero intentaré comprender a la mujer y procuraré estar a su lado, no para recriminarla sino para ser de ayuda y consuelo. Si confundo el terreno moral con el de las libertades políticas, entonces podrán decir de mí que soy un hipócrita: en el fondo no me importaría nada la libertad de la mujer y mi apuesta por la libertad sería simplemente estratégica.

Llevo varios años asombrándome de la hipocresía de algunos políticos. Se les llena la boca con la libertad de la mujer, pero se indignan con la existencia de movimientos pro vida que no sólo buscan promover una cultura de la vida sino también defienden la libertad de las mujeres para que puedan libremente actuar de acuerdo con sus conciencias. Red madre es una de esas magníficas iniciativas en las que se promueve una auténtica cultura pro vida. Contra este tipo de iniciativas sólo los hipócritas pueden estar en contra: los hipócritas de "izquierdas" y los de "derechas". Los primeros porque defienden una libertad para abortar; los segundos, porque toda libertad es para hacer el bien. Esta última afirmación pertenece al ámbito de la ética y no al de la política.

Esta mañana, en facebook, he tenido conocimiento de otra estupenda iniciativa que busca informar a las jóvenes madres gestantes y resuelve las dudas que se les pueden presentar a la hora de tomar esa decisión a la que la cultura de la muerte parece abocarlas: Una página informativa que vale la pena dar a conocer.

Joan Carreras del Rincón