14 de abril de 2013

Fronteras y periferias


Las fronteras son una realidad ambigua desde el punto de vista antropológico. En cierto sentido, del mismo modo que nuestro cuerpo tiene un límite, que es como una frontera en la que se distingue de los demás y al mismo tiempo les une a ellos, así también las comunidades humanas asentadas en el territorio marcan sus límites y se distinguen de las demás.

Podemos emplear el símil de una casa. Los miembros de la familia necesitan espacios de intimidad personal, ámbitos bien delimitados que protegen la identidad y permiten que la comunión enriquezca a todos y preserve lo propio y característico de cada uno. En una casa deben existir muros exteriores que configuran la unidad y también paredes que delimitan el espacio personal de cada uno de los miembros de la familia.

¿Pero qué pasaría si las paredes se convirtiesen en muros? ¿Y qué pasa si los espacios interiores entre los muros son sólo periferia de los ámbitos personales de cada uno de los habitantes? Viviendo en sus castillos interiores, los miembros de la familia sólo compartirían lo estrictamente necesario, lo justo para servirse de lo que necesitan de los demás. Cada uno estaría preocupado de lo propio, permaneciendo insensible a las necesidades de los demás. Lo que sucede en las ciudades, que tienen sus periferias, puede suceder también en los hogares.

El cardenal Bergoglio pronunció un discurso que conmovió a los Cardenales durante el Cónclave. En él se incluían estas palabras: 
"Evangelizar supone en la Iglesia la parresía de salir de sí misma. La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria (.../...) Pensando en el próximo Papa: un hombre que, desde la contemplación de Jesucristo y desde la adoración a Jesucristo ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que vive de “la dulce y confortadora alegría de la evangelizar”.
En la Iglesia no tendrían que existir las periferias ni las fronteras. Es el Sacramento universal de la comunión. Haremos bien en meditar y reflexionar sobre estas realidades, con las que convivimos todos los días. El corazón se nos endurece y permitimos que quede insensible. La Humanidad es una familia mal avenida. En muchas ocasiones, las naciones convierten las fronteras en muros de separación y de exclusión, que con frecuencia relegan a muchedumbres a la condición de presidiarios. Esos muros son reales en muchos ocasiones, es decir, murallas de piedra o de cemento armado. En otras, las fronteras se constituyen sobre los accidentes geográficos. En todo caso, son muchas las veces que se convierten en símbolos de la división y del pecado de la Humanidad. Os propongo tres películas que tienen que ver con las fronteras.

1. Welcome

Desde muy antiguo el mar es símbolo de la muerte y frontera natural de muchos países. El título de esta magnífica película de Philippe Lioret encierra una irónica paradoja. En los felpudos de las casas se suele escribir esa expresión de gozosa acogida o recibimiento: welcome, bienvenidos. Occidente ha difundido por el mundo ese mensaje al mundo entero, una invitación a vivir en este tierra de promisión. El protagonista es un adolescente kurdo que atraviesa a pie todo el continente europeo hasta llegar al Canal que separa Francia de Inglaterra. Al otro lado del mar se encuentra su novia, con la que quiere encontrarse de nuevo, y también la realización de su sueño: ser jugador del Manchester united. 

Sin embargo, las dificultades que experimenta el pobre Bilal son insuperables. Alrededor de la gesta de este adolescente se desvelan las existencias de muchas personas. Los egoísmos y los heroísmos conviven, a veces en los mismos individuos. En definitiva, esta película no puede dejar a nadie indiferente. En nuestra vida podemos caer en la hipocresía. Aparentemente, nos mostramos abiertos y acogedores con nuestros gestos -como el felpudo de la puerta de casa- pero luego no estamos dispuestos a abrir la puerta de nuestra casa a nadie. Cuando no se trata de la puerta de un domicilio sino de la frontera de un país, las situaciones dramáticas y angustiosas pueden afectar a miles de personas.

2. Frozen river (Río helado)

También los ríos, más que ningún otro accidente geográfico, son las fronteras por excelencia. En Frozen riverse se trata de un río que separa Estados Unidos de Canadá, en una zona que constituye reserva jurisdiccional de los mohawk. En la época invernal el río está helado y constituye un medio fácil para hacer ganancias mediante el contrabando. Los protagonistas de esta historia son dos mujeres, una mohawk y otra estadounidense, que intentan sacar adelante a sus familias desestructuradas.


También en esta ocasión, los dramas humanos son conmovedores. En las mismas personas cohabitan la grandeza del amor y la mezquindad del egoísmo. La miseria empuja a veces a hacer cosas que no son lícitas, sin embargo también puede provocar reacciones positivas y solidarias.

3. Trade. El precio de la inocencia.
Aunque de calidad inferior a las otras dos, Trade también cuenta las vidas de mujeres y niños que son víctimas de la opulenta sociedad occidental en la que el comercio sexual no sólo mueve mucho dinero sino también propicia la creación de mafias que secuestran a esas víctimas para introducirlas ilegalmente en Estados Unidos por la frontera mexicana y luego subastarlas mediante internet a pervertidos que están dispuestos a pagar ingentes sumas de dinero por ellas.

Se trata de una película conmovedora. En este caso, las fronteras tendrían que servir para evitar esta salvaje explotación humana, pero en muchas ocasiones lo impiden la connivencia o la pasividad de las fuerzas del orden.

En todo caso, el problema de las fronteras comienza en tu propia casa, en esas paredes que delimitan tu espacio personal pero que se pueden convertir en un muro de segregación en el que o bien nos encerramos, ajenos a los problemas de los demás, o bien impedimos que nadie pueda entrar en ellos.