28 de junio de 2011

UN CLAVEL POR LA VIDA



Un año más, Unidos por la Vida, No más silencio, Vida y Mujer y Apóstoles de la Vida, nos piden que nos unamos a la preciosa iniciativa de llenar las calles y los blogs de claveles blancos hasta el día 5 de julio, aniversario del día en que se legalizó la muerte por aborto en nuestro país.


Desde aquí os pido la máxima difusión de la campaña UN CLAVEL POR LA VIDA y que pongáis un clavel blanco con el enlace en vuestros blogs. Vamos a inundar la blogosfera de claveles blancos, como en años anteriores.


"Este año también pedimos a los españoles que elijan la vida, para que las mujeres sean alertadas a tiempo de la trampa mortal que supone el aborto".  


A todos los que ya han caído, que sepan que siempre pueden contar con la inestimable ayuda de "No más silencio", donde sanan muchas mujeres que han pasado por este terrible trance. 


Que el día 5 de julio cada uno seamos portavoces de uno de los bebés abortados a quienes les han acallado su voz para siempre. Ayudemos a evitar que miles de mujeres sean embaucadas por la mafia del aborto.


Ese día estaremos en la calle Arenal de Madrid esquina Pasadizo de San Ginés de 17 a 22 horas repartiendo claveles blancos, para todo aquél que quiera unirse.


¡TODO LO QUE HAGAMOS ES POCO!

27 de junio de 2011

El impresionante testimonio de una madre de familia


Cuando la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud pasó por Córdoba, una madre de familia dio este impresionante testimonio que me ha hecho llegar un amigo mío. 

Hoy, aquí delante de la Cruz de la Juventud y de Nuestra Madre, la Virgen, vengo a dar mi testimonio de Fe, de que Dios está de nosotros y se manifiesta a diario en nuestras vidas, aunque a veces no nos demos cuenta.

La Fe, según la Biblia, es la garantía de las cosas que se esperan, la prueba de aquellas que no se ven.
Por eso las dificultades que se nos presentan a lo largo de la vida nos hacen revelarnos a veces contra Dios, pero es precisamente en los momentos difíciles cuando más lo necesitamos y cuando más tenemos que pedirle que se quede a nuestro lado, que no nos abandone, aunque Él nunca lo hace.
Paso a contaros los testimonios en los que he visto claramente la presencia de Dios.
Hace nueve años el día 23 de marzo de 2002 moría mi hijo mayor con 29 años víctima de un desgraciado accidente. Para mi marido, para mi hijo Nacho y para mí fue un mazazo del que creíamos nunca íbamos a salir, nuestra casa quedó vacía sin él, ya que era muy alegre, simpático y ocurrente y nos alegraba a todos.

A los tres meses de su muerte le detectaron a mi marido un cáncer de pulmón, la entereza con la que lo aceptó fue la primera manifestación de que Dios estaba con nosotros.

La enfermedad nos tuvo muy ocupados durante los tres años que la padeció, quimio-radio-operación, se nos fue pasando el tiempo y así se hizo más llevadera la ausencia de Paco-Pepe aunque nunca lo olvidábamos. Mi marido, al final estaba muy inquieto, había algo que no lo dejaba en paz. Un día vino a visitarnos el capellán de la Cruz Roja por supuesto mandado por Dios ya que al administrarle la Unción de Enfermos mi marido quedó en paz hasta que murió el día 4 de enero de 2005.

El día 24 de febrero mi hijo Nacho sufrió un accidente de coche, no murió en el acto. Los médicos y él lucharon cuanto pudieron, pero sus lesiones eran muy graves y las noticias que nos daban a diario no eran nada alentadoras. Ya se pueden imaginar como me encontraba, era lo único que me quedaba de la familia que yo había formado.
Mi hermana y yo rezábamos sin parar y a todos los santos que nos decían, con decirles que teníamos, además rezando con nosotras gente de toda España incluso conventos enteros.

Un día vino a vernos un sobrino mío y me dijo que le había dicho al padre Fernando que viniera, y así fue, el padre Fernando vino, Dios lo puso en nuestro camino al igual que , en su día, al capellán de la Cruz Roja. Le administró a mi hijo la Unción de Enfermos, y rezaba por él y a mí me dio aliento y ánimo con sus palabras.

El estado de salud de mi hijo era cada día peor, un día nos dijeron que había que amputarle una pierna. Yo me derrumbé, pero seguía rezando, aunque ya siempre rogaba a Dios que fuera lo mejor para él.
A los dos días lo volvieron a bajar a quirófano, y cuando salieron los traumatólogos, otra mala noticia, la otra pierna estaba muy mal y posiblemente, también había que amputar, yo gritaba ¡Señor no, por ahí no puedo pasar! ¿Qué ha hecho mi hijo para esto? Aquella noche me enfadé bastante con Él, lo confieso, pero cuando me calmé y reaccioné seguía pidiéndole lo mejor para él. La otra pierna no llegaron a amputarla, pero a las 7:15 de la mañana del día 24 de marzo falleció. Cuando entramos a verlo su cara reflejaba una sonrisa, la última sonrisa que quiso Dios que me regalara.

Como dijo el padre Fernando en una de sus homilías, a veces, esperamos un milagro, y el milagro no es el que esperamos pero se produce.

A pesar de todo lo que me ha sucedido vivo con la esperanza de que Dios y la Virgen no me han abandonado y tengo plena confianza de que algún día, cuando Dios quiera, me reuniré con ellos.
Por supuesto, también sé que la confianza no nos hace invulnerables a la desgracia, pero esta confianza nos proporciona un apoyo muy importante cuando la vida nos azota de alguna manera, sobre todo si el azote ha consistido en arrebatarte lo que más quieres en este mundo, tus hijos y tu marido.

Pero os aseguro que el no creer en Dios o no tener Fe es mucho peor, pues encontrarnos con Él es lo mejor que nos puede pasar. Necesitamos de Dios y todo se lo debemos a Él.

Y desde aquí y ante esta Cruz digo:
  • Te doy gracias, Señor, por los años que los disfruté y viví junto a ellos.
  • Por haber podido comprobar que tanto mis familiares como mis amigos y amigas me quieren, me apoyan y se preocupan por mí.
Cuando el padre Fernando me invitó a dar mi testimonio de Fe aquí ante la Cruz de la Juventud creí que no iba a ser capaz, ya que nunca había hablado en público, sólo a mi público infantil en mi escuela o a sus padres cuando había reunión, ahora me siento muy contenta por haber podido hacerlo y deseo y pido a Dios que la Fe siempre permanezca en nuestras vidas, no nos arrepentiremos y espero que yo de alguna manera, os haya transmitido algo con mi testimonio.

¡ Adelante, no os rindáis ¡  

26 de junio de 2011

"Que sean pastores de acuerdo con tu propio Corazón"


En el corazón de la Iglesia y en especial en el del Santo Padre brota un deseo profundo, la santificación de todos los sacerdotes. Así lo hemos visto cuando la Congregación para el Clero, por mandato del Santo Padre, proclamó la celebración de un año sacerdotal. El Papa sigue insistiendo a todos los fieles a que recen por sus sacerdotes, a que ofrezcan sus vidas por la santificación de sus sacerdotes. Este deseo del Papa no puede ser menos ya que algo tan grande y tan santo como el sacerdocio solo puede ir en recipientes santos. Los sacerdotes, hombres frágiles escogidos de entre los hombres, necesitan la oración de su pueblo. Esta oración es aquella que le sostiene en los momentos de tribulación y la que le hace caminar hacia delante. El Santo Padre una vez más ha tenido una nueva iniciativa. Esta vez ha escrito una oración pidiendo por los sacerdotes con ocasión de la II retransmisión mundial del Rosario por los sacerdotes. La retransmisión será el día del Sagrado Corazón de Jesús (1 de julio). La preciosa oración de Benedicto XVI pide para que los sacerdotes prediquen el Evangelio con pureza de corazón y conciencia clara. El Papa suplica al Padre del cielo que los sacerdotes sean ejemplos luminosos de una vida santa, sencilla y alegre. Unos 48 santuarios en 35 países de todo el mundo participarán en este rezo del rosario por la santificación del clero. Por ello os invito a que también receis el día del Sagrado Corazón esta oración por los sacerdotes que versa así:  

“Señor Jesucristo, eterno Sumo sacerdote, tú que te ofreciste al Padre en el altar de la Cruz y por la efusión del Espíritu le dio a su pueblo sacerdotal una participación en tu sacrificio redentor. 
Escucha nuestra oración por la santificación de nuestros sacerdotes. Concede a todos los que han sido ordenados al ministerio sacerdotal que sean cada vez más conforme a Ti, Divino Maestro. Que enseñen el Evangelio con el corazón puro y la conciencia clara. 
Que sean pastores de acuerdo con tu propio Corazón, una sola mente en el servicio a Ti y a tu Iglesia y ejemplos luminosos de una vida santa, sencilla y alegre.
A través de las oraciones de la beata Virgen María, tu Madre y nuestra, atrae a todos los sacerdotes y fieles a su cargo, a la plenitud de la vida eterna donde vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, un Dios, por los siglos de los siglos. Amén”.

23 de junio de 2011

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA

Benedicto XVI: rezando los Salmos se aprende a rezar


Hoy en la Audiencia General

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 22 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos la catequesis que Benedicto XVI pronunció este miércoles durante la audiencia general concedida en la Plaza de San Pedro del Vaticano La catequesis forma parte del actual ciclo sobre la oración.
* * *
Queridos hermanos y hermanas:
en las anteriores catequesis nos detuvimos en algunas figuras del Antiguo Testamento, particularmente significativas, en nuestra reflexión sobre la oración. Hablé sobre Abraham que intercede por las ciudades extranjeras, sobre Jacob que en la lucha nocturna recibe la bendición, sobre Moisés que invoca el perdón sobre su pueblo y sobre Elías que reza por la conversión de Israel. Con la catequesis de hoy, quisiera iniciar una nueva etapa del camino: en vez de comentar particulares episodios de personajes en oración, entraremos en el “libro de oración” por excelencia, el libro de los Salmos. En las próximas catequesis leeremos y meditaremos algunos de los Salmos más bellos y más apreciado por la tradición orante de la Iglesia. Hoy quisiera introducir esta etapa hablando del libro de los Salmos en su conjunto.

El Salterio se presenta como un “formulario” de oraciones, una selección de ciento cincuenta Salmos que la tradición bíblica da al pueblo de los creyentes para que se convierta en su (nuestra) oración, nuestro modo de dirigirnos a Dios y de relacionarnos con Él. En este libro, encuentra expresión toda la experiencia humana con sus múltiples caras, y toda la gama de los sentimientos que acompañan la existencia del hombre. En los Salmos, se entrelazan y se expresan la alegría y el sufrimiento, el deseo de Dios y la percepción de la propia indignidad, felicidad y sentido de abandono, confianza en Dios y dolorosa soledad, plenitud de vida y miedo a morir. Toda la realidad del creyente confluye en estas oraciones, que el pueblo de Israel primero y la Iglesia después asumieron como meditación privilegiada de la relación con el único Dios y como respuesta adecuada en su revelación en la historia. En cuanto oración, los Salmos son la manifestación del espíritu y de la fe, en los que uno puede reconocerse y en los que se comunica esta experiencia de particular cercanía a Dios a la que todos los hombres están llamados. Toda la complejidad de la existencia humana se concentra en la complejidad de las distintas formas literarias de los distintos Salmos: himnos, lamentaciones, súplicas individuales y colectivas, cantos de agradecimiento, salmos penitenciales, y otros géneros que se pueden encontrar en estas composiciones poéticas.

No obstante esta multiplicidad expresiva, pueden identificarse dos grandes ámbitos que sintetizan la oración del Salterio: la súplica, ligada al lamento, y la alabanza, dos dimensiones relacionadas y casi inseparables. Porque la súplica está animada por la certeza de que Dios responderá, y esto abre a la alabanza y a la acción de gracias; y la alabanza y el agradecimiento surgen de la experiencia de una salvación recibida, que supone una necesidad de ayuda que la súplica expresa.

En la súplica, el que ora se lamenta y describe su situación de angustia, de peligro, de desolación, o bien, como en los Salmos penitenciales, confiesa la culpa, el pecado, pidiendo ser perdonado.

Le expone al Señor su necesidad con la confianza de ser escuchado, y esto implica un reconocimiento de Dios como bueno, deseoso del bien y “amante de la vida” (cfr Sabiduría 11, 26), preparado para ayudar, salvar, perdonar. Así, por ejemplo, reza el Salmista en el Salmo 31: “Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca me vea defraudado! […] Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi refugio” (vv. 2.5). Ya en el lamento, por tanto, puede surgir algo de la alabanza, que se preanuncia en la esperanza de la intervención divina y se hace después explícita cuando la salvación divina se convierte en realidad. De modo análogo, en los Salmos de agradecimiento y de alabanza, haciendo memoria del don recibido o contemplando la grandeza de la misericordia de Dios, se reconoce también la propia pequeñez y la necesidad de ser salvados, que es la base de la súplica. Se confiesa así a Dios, la propia condición de criatura inevitablemente marcada por la muerte, si bien portadora de un deseo radical de vida, Por esto el Salmista exclama, en el Salmo 86: “Te daré gracias, Dios mío, de todo corazón, y glorificaré tu Nombre eternamente; porque es grande el amor que me tienes, y tú me libraste del fondo del abismo” (versículos 12-13). De este modo, en la oración de los Salmos, la súplica y la alabanza se entrelazan y se funden en un único canto que celebra la gracia eterna del Señor que se inclina hacia nuestra fragilidad.

Precisamente para permitir al pueblo de los creyentes que se unan en este canto, se entregó el libro del Salterio a Israel y a la Iglesia. Los Salmos, de hecho, enseñan a rezar. En ellos, la Palabra de Dios se convierte en palabra de oración -y son las palabras del Salmista inspirado- y al mismo tiempo se convierte también en la palabra del orante que reza los Salmos. Es esta la belleza y la particularidad de este libro bíblico: las oraciones contenidas en él, a diferencia de otras oraciones que encontramos en la Sagrada Escritura, no se insertan en una trama narrativa que especifica su sentido y la función. Los Salmos se ofrecen al creyente como texto de oración, que tiene como único fin convertirse en la oración de quien lo asume y con ellos se dirige a Dios. Dado que son Palabra de Dios, quien reza los Salmos le habla a Dios con las mismas palabras que Dios nos ha dado, se dirige a Él con las palabras que Él mismo nos da. Así, rezando los Salmos se aprende a rezar. Son una escuela de oración.

Algo análogo sucede cuando el niño comienza a hablar, aprende a expresar sus propias sensaciones, emociones, necesidades con palabras que no le pertenecen de modo innato, sino que aprende de sus padres y de los que viven con él. Lo que el niño quiere expresar es su propia vivencia, pero el medio expresivo es de otros; y él, poco a poco se apropia de este medio, las palabras recibidas de sus propios padres se convierten en sus palabras y a través de las palabras aprende también un modo de pensar y de sentir, accede a un mundo de conceptos, y crece en ellos, se relaciona con la realidad, con los hombres y con Dios. La lengua de sus padres finalmente se convierte en su lengua, habla con palabras recibidas de otros que en este momento se han convertido en sus palabras. Esto mismo sucede con la oración de los Salmos. Se nos presentan para que nosotros aprendamos a dirigirnos a Dios, a comunicarnos con Él, a hablarle de nosotros con sus palabras, a encontrar un lenguaje para el encuentro con Dios. Y, a través de estas palabras, será posible también conocer y acoger los criterios de su actuación, acercarse al misterio de sus pensamientos y de sus caminos (cfr Isaías 55,8-9), y así crecer cada vez más en la fe y en el amor. Al igual que nuestras palabras no son sólo palabras, sino que nos enseñan un mundo real y conceptual, del mismo modo estas oraciones nos enseñan el corazón de Dios, por lo que no sólo podemos hablar con Dios, sino que podemos aprender quién es Dios y, al aprender cómo hablar con Él, aprendemos lo que significa ser hombre, er nosotros mismos.

Para este propósito, parece significativo el título que la tradición judía ha dado al Salterio. Este es tehillîm, un término judío que quiere decir “alabanza”, de esta raíz verbal viene la expresión “Halleluyah”, es decir, literalmente “alabad al Señor”. Este libro de oraciones, por tanto, aunque es multiforme y complejo, con sus diferentes géneros literarios y con sus articulaciones entre alabanza y súplica, es un libro de alabanza, que nos enseña a dar gracias, a celebrar la grandeza del don de Dios, a reconocer la belleza de sus obras y a glorificar su Nombre Santo. Es esta la respuesta más adecuada ante la manifestación del Señor y la experiencia de su bondad. Enseñándonos a rezar, los Salmos nos enseñan que incluso en la desolación, en el dolor, permanece la presencia de Dios, es fuente de maravilla y de consuelo, se puede llorar, suplicar, interceder, lamentarse, pero con la conciencia de que estamos caminando hacia la luz, donde la alabanza podrá ser definitiva. Como nos enseña el Salmo 36: “ En ti está la fuente de la vida, y por tu luz vemos la luz” (Sal 36,10).

Pero además de este título general del libro, la tradición hebrea ha puesto en muchos Salmos, títulos específicos, atribuyéndolos, en su mayoría, al rey David. Figura de notable profundidad humana y teológica, David es un personaje complejo, que ha atravesado las más distintas experiencias fundamentales de la vida. Joven pastor del rebaño paterno, pasando por alternantes y a veces, dramáticas experiencias, se convierte en rey de Israel, pastor del pueblo de Dios. Hombre de paz, combatió muchas guerras; incansable y tenaz buscador de Dios, traicionó el amor, y esto es característico: siempre fue un buscador de Dios, aunque pecó gravemente muchas veces; humilde penitente, acogió el perdón divino, incluso el castigo divino, y aceptó un destino marcado por el dolor. David fue un rey con todas sus debilidades, “según el corazón de Dios” (cfr 1Samuel 13,14), es decir un orante apasionado, un hombre que sabía lo que quiere decir suplicar y alabar. La relación de los Salmos con este insigne rey de Israel es, por tanto, importante, porque es una figura mesiánica, Ungido por el Señor, en el que se preanuncia en cierto sentido el misterio de Cristo.

Igualmente importantes y significativos son el modo y la frecuencia con la que las palabras de los Salmos son retomadas en el Nuevo Testamento, asumiendo y destacando el valor profético sugerido por la relación del Salterio con la figura mesiánica de David. En el Señor Jesús, que en su vida terrena rezó con los Salmos, encuentran su definitivo cumplimiento y revelan su sentido más profundo y pleno. Las oraciones del Salterio, con las que se habla a Dios, nos hablan de Él, nos hablan del Hijo, imagen del Dios invisible (Colosenses 1,15), que nos revela completamente el Rostro del Padre. El cristiano, por tanto, rezando los Salmos, reza al Padre en Cristo y con Cristo, asumiendo estos cantos en una perspectiva nueva, que tiene en el misterio pascual su última clave interpretativa. El horizonte del orante se abre así a realidades inesperadas, todo Salmo tiene una luz nueva en Cristo y el Salterio puede brillar en toda su infinita riqueza.

Hermanos y hermanos queridísimos, tomemos, por tanto, con la mano este libro santo, dejémonos enseñar por Dios para dirigirnos a Él, hagamos del Salterio una guía que nos ayude y nos acompañe cotidianamente en el camino de la oración. Y pidamos también nosotros, como discípulos de Jesús, “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11,1), abriendo el corazón y acogiendo la oración del Maestro, en el que todas las oraciones llegan a su plenitud. Así, siendo hijos en el Hijo, podremos hablar a Dios, llamándolo “Padre Nuestro”. Gracias.

[Al final de la audiencia, Benedicto XVI saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Colombia, Venezuela y otros países latinoamericanos. Os invito a que aprendáis de los Salmos a hablar con Dios y, repitiendo la súplica de los apóstoles, Señor, enséñanos a orar, abráis el corazón para acoger la plegaria del Maestro, en la que toda oración llega a su culmen. Muchas gracias.

20 de junio de 2011

Por Cristo, ve a las Jornadas.

Un buen amigo de Córdoba me envía el siguiente testimonio invitándonos a participar en la próxima Jornada Mundial de la Juventud. Como bien dice Emilio será un momento de gracia y bendición para todos aquellos que participaremos de este encuentro. ¡Que el Señor derrame abundantes gracias de conversión!



Por Cristo, ve a las Jornadas.



Del 6 al 12 de Junio nos visitó en Córdoba la Cruz del Papa, la Cruz de los jóvenes, y fue un verdadero y auténtico acontecimiento de Gracia. Al igual que en otras diócesis de España, miles de jóvenes acompañaron a este símbolo humilde pero elocuente del cristiano como en un testimonio sincero de Fe. Fue una experiencia extremadamente inolvidable. Pero hubo algunos, muy pocos, que defendían que aquellas multitudinarias manifestaciones de lo que es ser cristiano eran consecuencia de los colegios concertados católicos o de la obligatoriedad por la pertenencia a determinados movimientos eclesiales. No es verdad.

A lo largo de mi vida como cristiano, donde reconozco mi indignidad y torpeza, he descubierto asombrado la vivencia de muchísimos jóvenes que, en torno a Cristo, destellan un entusiasmo y una fuerza que sólo puede venir de lo Alto. Me sobrecoge esa visión tan real que nos demuestra lo viva que está la Iglesia por mucho que quieran ver en ella una Iglesia muerta. La Iglesia está viva y la Iglesia está con los jóvenes, no contra los jóvenes.

Ahora nos visita el Vicario de Jesucristo en la convocatoria que nos hace a todos nosotros para las Jornadas Mundiales de la Juventud. Y esto sí que es una explosión que desconcertará a muchas mentes enturbiadas. Madrid será el epicentro del cristianismo, Madrid será el manantial de Aguas de Vida Eterna que regarán las tierras secas de una España secularizada. Serán los jóvenes de todo el mundo quienes proclamen a la Sociedad la hermosura de seguir y amar a Jesucristo dentro de la Iglesia. Yo nunca he visto a un joven más alegre y más pleno que aquél que vive su vida por Jesucristo y en su Iglesia. Jesucristo, decía un buen amigo mío, no es una alternativa; es la solución, es nuestra meta, es nuestro punto y nuestra referencia. Es verdaderamente hermoso.

No vayamos a las Jornadas a ver al Papa. No. Que sea por Cristo, que sea por Dios. Os aseguro que allí experimentaréis algo tremendamente nuevo, algo tremendamente transformador, algo que os hará distintos. Sentiréis como os toca el corazón el Señor y cómo os dirá que cuenta con vosotros, que vosotros tenéis mucho que decir y que hacer en la Iglesia de la que, eso sí,  el Papa es Cabeza y es Pastor. No desaprovechéis esta oportunidad única porque merece la pena. Allí veréis que no estáis solos, allí recibiréis la fuerza que se puede repetir en cada encuentro con el Señor y que os hará “arraigados y edificados en Cristo, firmes en la Fe”. Os necesita la Iglesia, os necesita el mundo, os necesita Cristo.

Aquél que ha tenido un encuentro personal con el Señor es una persona nueva y esa persona nueva irradia tal vida que hace posible que muchos que tienen miedo, vean en él un referente que les dice que esto es posible. No tengas miedo. Dios es mayor que tu conciencia y si tu conciencia te acusa, nada ni nadie podrá separarte del amor de un Dios que se entregó a la Cruz por ti y que tiene en sus palmas escrito tu nombre. Es importante, no eres cualquier cosa.

Ten ánimo, asiste con los jóvenes del mundo a las Jornadas Mundiales de la Juventud, experimenta el gozo de pertenecer a la Iglesia de Jesucristo. Sobre ti tiene el Señor proyectos maravillosos, y cuenta contigo porque te quiere, porque te necesita, porque te espera.

Rezo por ti que me lees para que lo vivas. Se valiente y, una vez allí, cuando recibas al Señor Eucarístico, acuérdate de este humilde pecador que hoy te escribe. Que seas bueno y feliz.

Emilio Francisco Amo Urbano
Acólito

17 de junio de 2011

Hoy comienza la cuenta atrás

Quedan sólo dos meses para el Primer Encuentro Internacional de Blogueros con el Papa. Ayer comenzó la campaña de prensa, con el envío a las agencias de la nota que os transcribo a continuación. Hoy comienza la cuenta atrás. 


En www.cumpetro.com encontraréis la información necesaria acerca de ese encuentro. 


A cuantos durante este año habéis participado en las actividades de este blog os animo a que apoyéis con entusiasmo esta iniciativa. El entusiasmo es contagioso. Queremos llegar a unir a muchos blogueros en esa Jornada Mundial de la Juventud: será la manera en que nosotros, los blogueros, apoyaremos mejor al Papa, manifestando nuestra proximidad física y moral, aprendiendo unos de otros al comunicarnos nuestras experiencias y al inundar la blogosfera con nuestras impresiones de esos días madrileños. 


La campaña de prensa es fundamental si queremos llegar a reunir unos centenares de blogueros en Madrid. Lo que podemos hacer desde este blog es poco, si se tiene en cuenta su audiencia. Pero os pido por favor que hagáis ese poco que está en nuestras manos. 


1. En primer lugar, rezar y ofrecer sacrificios a Dios por esta intención.
2. Inscribiros en el Encuentro: aquí.
3. Escribir en los blogs personales alguna entrada o post en la que os hagáis eco de esta invitación y hagáis pública vuestra inscripción en el Encuentro y las mesas en las que os gustaría participar.
4. Invitar personalmente a vuestros amigos blogueros: especialmente a aquellos a los que os gustaría conocer.
5. Utilizar el logo del Encuentro en vuestra imagen o perfil de usuario: es fácil y basta seguir las instrucciones.
5. Si conocéis alguna persona que pueda colaborar en la financiación del Encuentro, invitarle a que sea sponsor.








UNIR A LOS BLOGUEROS Y MOSTRAR SU APOYO AL SANTO PADRE, OBJETIVOS DEL I ENCUENTRO INTERNACIONAL DEL BLOGUEROS CON EL PAPA

Se celebrará el próximo 17 de agosto en Madrid, coincidiendo con la Jornada Mundial de la Juventud

Unir a los blogueros de todo el mundo que aprecian la labor y la misión del Papa Benedicto XVI y mostrarle públicamente su apoyo, tanto de forma física como a través de la red. Este es el objetivo de una singular iniciativa denominada “blogueros con el Papa” que se concretará en el I Encuentro Internacional, que tendrá lugar el próximo 17 de agosto en Madrid, coincidiendo con la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud.

El objetivo, tal y como explica el Rev. don Joan Carreras, promotor de esta iniciativa, es “apoyar de forma explícita al Santo Padre, desde una perspectiva novedosa”. La celebración del Vatican Blog Meeting el pasado mes de mayo ha puesto en evidencia el trabajo de muchos católicos que defienden su fe y apoyan al Papa a través de sus blogs. La Jornada Mundial de la Juventud ofrece otra ocasión para que “los blogueros, siempre jóvenes en espíritu y en capacidad de iniciativa, hagan oir su voz unánime de apoyo al Santo Padre”.

El I Encuentro Internacional de Blogueros con el Papa se configura así como un momento para “conocer y abrazar a aquellos compañeros de viaje con los que compartimos creencias e ilusiones a través de la red”. El Rev. don Joan Carreras se ha mostrado enormemente satisfecho tanto con el número de visitas que ya ha recibido la página web (http://www.interservice.es/bp/) que contiene la información técnica como con la previsión de blogueros procedentes de todo el mundo que, durante un día, se darán cita en Madrid.

El programa de este I Encuentro cuenta con conferencias, mesas de trabajo y ponencias cuyo objetivo es profundizar en la misión evangelizadora, compartir experiencias y establecer caminos de encuentro que confluyan en apoyar al Papa. En este sentido, se abordarán cuestiones relacionadas con la Familia 2.0, las claves de la comunicación y los desafíos de la interacción de las redes.

Los blogueros participarán a través de la red y de sus blogs y físicamente, ya que formarán parte de las mesas de trabajo aportando sus perspectivas. El Encuentro se ofrecerá en streaming a través del blog creado para el evento (http://bloguerosconelpapa.blogspot.com/) y podrá ser twiteado.

Los organizadores han asegurado que el número de solicitudes que ya se ha inscrito en este I Encuentro está superando las expectativas inicialmente previstas, especialmente, por el interés que la iniciativa ha desperado en países de Latinoamérica, de donde proceden la mayor parte de los inscritos hasta ahora.

16 de junio de 2011

Nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.




ÚNICO MEDIADOR, CRISTO PONTÍFICE
Himno.
Único mediador, Cristo pontífice,
que por nosotros sin cesar suplicas,
te aclama con razón la raza humana,
plena de dicha.


Por obra del Espíritu, en el vientre
de una doncella estás, que al mundo guías;
naces de excelsa adoración al Padre,
sola hostia digna.


Úngete el Padre eterno sacerdote
con el óleo de gracia y de alegría,
porque su majestad obtenga siempre
loa infinita.


Al asumir, oh Dios, nuestra natura,
tu sangre ofreces y el bautismo fijas,
y la culpa letal de nuestro pecho
benigno expías.


Jesús, que levantado en un madero
todo atraes a ti, de amores víctima,
haz que a la santa Trinidad cantemos
gloria infinita. Amén.

 
De la encíclica Mediátor Dei del papa Pío doce
(AAS 39 [1947], 552-553)
CRISTO SACERDOTE Y VÍCTIMA

Es muy cierto que Jesucristo es sacerdote, pero no para sí mismo, sino para nosotros, porque presenta al Padre eterno las plegarias y los anhelos religiosos de todo el género humano; Jesucristo es también víctima, pero en favor nuestro, ya que sustituye al hombre pecador. Por esto, aquellas palabras del Apóstol: «Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús» exigen de todos los cristianos que reproduzcan en sí mismos, en cuanto lo permite la naturaleza humana, el mismo estado de ánimo que tenía nuestro Redentor cuando se ofrecía en sacrificio: la humilde sumisión del espíritu, la adoración, el honor, la alabanza y la acción de gracias a Dios.

Aquellas palabras exigen, además, a los cristianos que reproduzcan en sí mismos las condiciones de víctima: la abnegación propia, según los preceptos del Evangelio, el voluntario y espontáneo ejercicio de la penitencia, el dolor y la expiación de los pecados. Exigen, en una palabra, nuestra muerte mística en la cruz con Cristo, para que podamos decir con san Pablo: «Estoy crucificado con Cristo.»

Fuente: Oficio de lectura. Fiesta Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.


Oremos por el Santo Padre Benedicto XVI y los Sacerdotes de todo el mundo.

14 de junio de 2011

Invitación del Papa.



El Santo Padre, como siempre atento y sensible a las necesidades humanas nos hizo una invitación a todos el pasado Domingo Solemnidad de Pentecostés, en la oración del Regina Caeli, a que seamos generosos el día de hoy, y creo yo que siempre.
Las palabras del Santo Padre son las siguientes:
“Dopodomani, 14 giugno, ricorre la Giornata Mondiale dei Donatori di Sangue, milioni di persone che contribuiscono, in modo silenzioso, ad aiutare i fratelli in difficoltà. A tutti i donatori rivolgo un cordiale saluto e invito i giovani a seguire il loro esempio”
“Pasado mañana, 14 de junio, se celebra la Jornada Mundial de los Donantes de Sangre, millones de personas que contribuyen, de modo silencioso, a ayudar a los hermanos en dificultad. Dirijo a todos los donantes un cordial saludo e invito a los jóvenes a seguir su ejemplo”
Fuente:

11 de junio de 2011

Decálogo de la vinculación de María con el Espíritu Santo. (Benedicto XVI)


En el atardecer del sábado 30 de mayo, penúltimo día del mes dedicado a la Virgen María, víspera de la fiesta de Pentecostés, el Papa Benedicto XVI presidió una celebración mariana conclusiva del mes de mayo. En su alocución final glosó la relación entre María y el Espíritu Santo. Una relación –dijo- “estrechísima, privilegiada, indisoluble”. He aquí, en forma de decálogo, las palabras del Papa, en la que desmenuza esta relación:
 1.- EN LA ANUNCIACIÓN: La Virgen de Nazaret fue elegida para que se convirtiera en Madre del Redentor por obra del Espíritu Santo: en su humildad, halló gracia ante Dios (cf. Lc 1, 30). Efectivamente, en el Nuevo Testamento vemos que la fe de María «atrae», por así decirlo, el don del Espíritu Santo. Ante todo en la concepción del Hijo de Dios, misterio que el propio arcángel Gabriel explica así: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1, 35).
2.- EN LA VISITACIÓN: Inmediatamente (de la Anunciación y Encarnación) después, María acude a ayudar a Isabel, y he aquí que cuando llega hasta ella y la saluda, el Espíritu Santo hace que el niño salte de gozo en el seno de su anciana pariente (cf. Lc 1, 44); y todo el diálogo entre las dos madres está inspirado por el Espíritu de Dios, particularmente el cántico de alabanza con que María expresa sus sentimientos profundos: el Magníficat.
3.- EN LA NATIVIDAD Y LA INFANCIA DE JESÚS: Toda la historia del nacimiento de Jesús y de su primera infancia está guiada de manera casi palpable por el Espíritu Santo, aun cuando no siempre se lo nombre. El corazón de María, en consonancia perfecta con su Hijo divino, es templo del Espíritu de verdad, en el que toda palabra y todo hecho quedan conservados en la fe, en la esperanza y en la caridad (cf. Lc 2, 19. 51).
4.- EN LA VIDA OCULTA EN NAZARET: Podemos, pues, estar seguros de que el corazón santísimo de Jesús, durante toda la vida oculta en Nazaret, halló siempre en el corazón inmaculado de María un «hogar» permanentemente encendido de oración y de atención constante a la voz del Espíritu.
5.- EN LAS BODAS DE CANÁ: Testimonio de tan singular sintonía entre Madre e Hijo en la búsqueda de la voluntad de Dios es lo acontecido en las bodas de Caná. En una situación preñada de símbolos de la alianza como la de un banquete nupcial, la Virgen María intercede y provoca —valga la expresión— un signo de gracia superabundante: el «vino bueno» que remite al misterio de la Sangre de Cristo.
6.- EN EL CALVARIO: Ello nos conduce directamente al Calvario, donde María permanece al pie de la cruz junto con las demás mujeres y el apóstol Juan. Madre y discípulo recogen espiritualmente el testamento de Jesús: sus últimas palabras y su último aliento, en el que empieza a derramar el Espíritu; y recogen el grito silencioso de su Sangre, íntegramente derramada por nosotros (cf. Jn 19, 25-34). María sabía de dónde venía aquella sangre: se había formado en ella por obra del Espíritu Santo, y sabía que ese mismo «poder» creador resucitaría a Jesús, como él había prometido. 

7.- EN LA PASCUA: Así la fe de María sostuvo la de los discípulos hasta el encuentro con el Señor resucitado, y siguió acompañándolos también tras su ascensión al cielo, a la espera del bautismo «en el Espíritu Santo» (cf. Hch 1, 5).

8.- EN PENTECOSTÉS: En Pentecostés, la Virgen Madre aparece nuevamente como Esposa del Espíritu para ejercer una maternidad universal respecto a cuantos son engendrados por Dios mediante la fe en Cristo.

9.- EN LA VIDA DE LA IGLESIA: Por eso es María, para todas las generaciones, imagen y modelo de la Iglesia  que con el Espíritu camina en el tiempo invocando el regreso glorioso de Cristo: «Ven, Señor Jesús» (cf. Ap 22, 17. 20).

10.- EN NUESTRA VIDA, EN LA VIDA DE LOS CRISTIANOS: Aprendamos de María a reconocer nosotros también la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, a escuchar sus inspiraciones y a seguirlas dócilmente. Él nos permite crecer de manera conforme a la plenitud de Cristo, con esos frutos buenos que el apóstol Pablo enumera  en su Carta a los Gálatas: «Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Ga 5, 22). Hago votos por que os veáis colmados de estos dones y caminéis siempre con María según el Espíritu, y, al tiempo que alabo vuestra participación en esta celebración vespertina, imparto de todo corazón a vosotros y a vuestros seres queridos la bendición apostólica.

Jesús de las Heras Muela, Director de ECCLESIA.  
Miércoles, 03 de junio de 2009.

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8 de junio de 2011

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA

Benedicto XVI: “Juntos en Cristo”


Hoy en la Audiencia General

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 8 de junio de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos el discurso que el Papa Benedicto XVI ha pronunciado ante los fieles congregados en la plaza de San Pedro, provenientes de Italia y del resto del mundo. El Papa Benedicto XVI ha querido hablar de su reciente Viaje Apostólico a Croacia.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
Hoy quisiera hablaros de la Visita pastoral a Croacia que realicé el sábado y domingo pasado. Un viaje apostólico breve, que se ha desarrollado enteramente en la capital Zagreb, pero a la vez rico en encuentros y sobre todo de un intenso espíritu de fe, ya que los croatas son un pueblo profundamente católico. Renuevo mi más vivo agradecimiento al cardenal Bozanić, arzobispo de Zagreb, a monseñor Srakić, presidente de la Conferencia Episcopal, y al resto de obispos de Croacia, como también al presidente de la República, por la calurosa acogida que me han brindado. Mi reconocimiento va a todas las Autoridades civiles y a todos los que han colaborado de distintas formas en tal evento, especialmente a las personas que han ofrecido por esta intención, oraciones y sacrificios.

“Juntos en Cristo”, este ha sido el lema de mi visita. Que expresa antes que nada, la experiencia de reencontrarse todos unidos en el nombre de Cristo, la experiencia de ser Iglesia, manifestada en la reunión del Pueblo de Dios alrededor del Sucesor de Pedro. Pero “Juntos en Cristo”, tenía, en este caso, una referencia concreta a la familia: de hecho, el motivo principal de mi Visita era la 1ª Jornada Nacional de las familias católicas croatas, culminada con la Concelebración eucarística del domingo por la mañana, que ha visto la participación, en la zona del Hipódromo de Zagreb, de una gran multitud de fieles. Ha sido muy importante para mí, confirmar en la fe sobre todo a las familias, que el Concilio Vaticano II llamó “iglesias domésticas” (cfr Lumen gentium, 11). El beato Juan Pablo II, que visitó tres veces Croacia, dio una gran importancia al papel de la familia en la Iglesia; así, con este viaje, he querido dar continuidad a este aspecto de su Magisterio. En la Europa de hoy, las naciones de sólida tradición cristiana tienen una especial responsabilidad en la defensa y promoción del valor de la familia fundada sobre el matrimonio, que es, por tanto, decisiva, ya en el ámbito educativo que en el social. Este mensaje tenía una particular relevancia para Croacia, que, rica en patrimonio espiritual, ético y cultural, se prepara para entrar en la Unión Europea.

La Santa Misa se celebró en el peculiar clima espiritual de la novena de Pentecostés. Como en un gran “cenáculo” a cielo abierto, las familias croatas se reunieron en oración, invocando juntos el don del Espíritu Santo. Esto me dio el modo de destacar el don y el compromiso de la comunión en la Iglesia, como también la oportunidad de animar a los cónyuges en su misión. En nuestros días, mientras por desgracia se constata la multiplicación de las separaciones y de los divorcios, la fidelidad de los cónyuges se ha convertido en sí misma un testimonio significativo del amor de Cristo, que permite vivir el matrimonio para lo que es, es decir, la unión de un hombre y de una mujer que, con la gracia de Cristo, se aman, y se ayudan durante toda la vida, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad. La primera educación a la fe consiste exactamente en el testimonio de esta fidelidad al pacto conyugal; de ella los hijos aprenden sin palabras que Dios es amor fiel, paciente, respetuoso y generoso. La fe en el Dios que es Amor se transmite antes que nada con el testimonio de una fidelidad al amor conyugal, que se traduce naturalmente en amor por los hijos, fruto de esta unión. Pero esta fidelidad no es posible sin la gracia de Dios, sin el apoyo de la fe y del Espíritu Santo. Este es el motivo por el cual la Virgen María no deja de interceder ante su Hijo, para que -como en las bodas de Caná- renueve continuamente a los cónyuges el don del “vino bueno”, es decir de su Gracia, que permite vivir en “una sola carne” en las distintas edades y situaciones de la vida.

En este contexto de gran atención a la familia, se colocó muy bien la Vigilia con los jóvenes, realizada la noche del sábado en la plaza Jelačić, corazón de la ciudad de Zagreb. Allí me pude encontrar con la nueva generación croata, y percibí toda la fuerza de su fe joven, animada por un gran empuje hacia la vida y su significado, hacia el bien, la libertad, se puede decir que hacia Dios. ¡Fue muy bello y conmovedor escuchar a estos jóvenes cantar con alegría y entusiasmo, y después en el momento de escuchar y de rezar, recogerse en profundo silencio! A ellos les repetí la pregunta que Jesús hizo a sus primeros discípulos: “¿Qué buscáis?” (Jn 1,38), pero les he dicho que Dios los busca a ellos antes y con más ahínco con el que ellos le buscan a Él. Y esta es la alegría de la fe: descubrir que ¡Dios nos ama antes! ¡Es un descubrimiento que nos mantiene siempre discípulos, y siempre jóvenes en el espíritu! Este misterio, durante la Vigilia, que se vivió en la oración de adoración eucarística: en el silencio, en nuestro estar “juntos en Cristo”, encontró su plenitud. Así mi invitación a seguir a Jesús fue un eco de la Palabra que Él mismo dirigió al corazón de los jóvenes.

Otro momento que podemos definir de “cenáculo” fue la celebración de Vísperas en la catedral, con los obispos, los sacerdotes, los religiosos y los jóvenes que se están formando en los Seminarios y en los Noviciados. También aquí, hemos experimentado nuestro ser “familia” como comunidad eclesial. En la catedral de Zagreb se encuentra la monumental tumba del beato cardenal Alojzije Stepinac, obispo y mártir. Él, en nombre de Cristo, se opuso primero a los abusos del nazismo y del fascismo y, después, al del régimen comunista. Fue aprisionado y recluido en su pueblo natal. Nombrado cardenal por el Papa Pío XII, murió en 1960 a causa de una enfermedad contraída en la cárcel. A la luz de su testimonio, animé a los obispos y presbíteros en su ministerio, exhortándoles a la comunión y a la misión apostólica; replanteé a los consagrados la belleza y la radicalidad de su forma de vida; invité a los seminaristas, novicios y novicias, a seguir con alegría a Cristo que les ha llamado por su nombre. Este momento de oración, enriquecido con la presencia de tantos hermanos y hermanas que han dedicado sus vidas al Señor, fue para mí de gran consuelo, y rezo porque las familias croatas sean siempre tierra fértil para el nacimiento de numerosas y santas vocaciones al servicio del Reino de Dios.

Muy significativo fue también, el encuentro con exponentes de la sociedad civil, del mundo político, académico, cultural y empresarial, con el Cuerpo Diplomático y con los líderes religiosos, reunidos en el Teatro Nacional de Zagreb. En ese contexto, tuve la gran alegría de rendir homenaje a la gran tradición cultural croata, inseparable de su historia de fe y de la presencia viva de la Iglesia, promotora, a lo largo delos siglos, de múltiples instituciones y sobre todo formadora de ilustres investigadores de la verdad y del bien común. Entre estos, recordé sobre todo al padre jesuita Ruđer Bošković, gran científico de quien este año se cumple el tercer centenario de su nacimiento. Otra vez más aparece como algo evidente para todos nosotros, la más profunda vocación de Europa, que es la de custodiar y renovar un humanismo que tiene raíces cristianas y que se puede definir como “católico”, es decir universal e integral. Un humanismo que pone en el centro la conciencia del hombre, su apertura trascendente y al mismo tiempo, su realidad histórica, capaz de inspirar proyectos políticos diversificados pero que convergen en la construcción de una democracia sustancial, fundada sobre los valores éticos radicados en la misma naturaleza humana. Mirar a Europa desde el punto de vista de una nación de antigua y sólida tradición cristiana, que es parte integrante de la civilización europea, mientras se prepara para entrar en la Unión política, ha hecho sentir nuevamente la urgencia del reto que interpela hoy a todos los pueblos de este continente: la de no tener miedo de Dios, del Dios de Jesucristo, que es Amor y Verdad, y que no le quita nada a la libertad, sino que la restituye a sí misma y le da el horizonte de una esperanza fiable.

Queridos amigos, cada vez que el Sucesor de Pedro realiza un viaje apostólico, todo el cuerpo eclesial participa, de algún modo, del dinamismo de comunión y de misión propio de su ministerio. Agradezco a todos los que me han acompañado y apoyado con la oración, obteniendo que mi visita pastoral se desarrollase óptimamente. Ahora mientras damos gracias al Señor por este gran don, le pedimos, por intercesión de la Virgen María, Reina de los Croatas, que todo lo que hay podido sembrar, dé fruto abundante, por las familias croatas, por toda la nación y por toda Europa.

[En español dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos de España, Puerto Rico, Costa Rica, México, Perú, Argentina y otros países Latinoamericanos. Os invito a dar gracias al Señor por esta visita apostólica a Croacia, y a rogar, por intercesión de Santa María Virgen, que cuanto he podido sembrar en estos días genere frutos abundantes para las familias croatas, para esa noble Nación y para toda Europa. Muchas gracias.

5 de junio de 2011

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA

Benedicto XVI: “el perdón es renovación y transformación”


Hoy en la Audiencia General

CIUDAD DEL VATICANO; miércoles 1 de junio de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos el discurso que el Santo Padre Benedicto XVI ha dirigido a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, durante la Audiencia General, continuando con el ciclo de catequesis sobre la oración.
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Queridos hermanos y hermanas,
leyendo el Antiguo Testamento, una figura destaca entre otras: la de Moisés, como hombre de oración. Moisés, el gran profeta y guía en el tiempo del Éxodo, ejerció su función de mediador entre Dios e Israel, haciéndose portador, hacia el pueblo, de las palabras y mandatos divinos, conduciéndolo hacia la libertad de la Tierra Prometida, enseñando a los israelitas a vivir en la obediencia y en la confianza hacia Dios, durante la larga estancia en el desierto, pero también, sobre todo, rezando. Reza por el Faraón cuando Dios, con las plagas, intentaba convertir el corazón de los egipcios (cfr Ex 8–10); pide al Señor la curación de la hermana María, enferma de lepra (cfr Nm 12,9-13), intercede por el pueblo que se había rebelado, aterrorizado por el informe de los exploradores (cfr Nm 14,1-19), reza cuando el fuego estaba devorando el campamento (cfr Nm 11,1-2) y cuando serpientes venenosas estaban haciendo una masacre (cfr Nm 21,4-9); se dirige al Señor y reacciona protestando cuando el peso de su misión se hizo demasiado pesado (cfr Nm 11,10-15); ve a Dios y habla con Él “cara a cara, como uno habla con su amigo” (cfr Ex 24,9-17; 33,7-23; 34,1-10.28-35).

También cuando el pueblo, en el Sinaí, pide a Aarón hacer un novillo de oro, Moisés reza, explicando de modo emblemático su propia función de intercesor. El episodio está narrado en el capítulo 32 del Libro del Éxodo y tiene un relato paralelo en el Deuteronomio en el capítulo 9. Es en este episodio donde quisiera detenerme en la catequesis de hoy, en particular en la oración de Moisés que encontramos en la narración del Éxodo. El pueblo se encontraba a los pies del Monte Sinaí, mientras Moisés, en la cima del monte, esperaba el don de las Tablas de la Ley, ayunando durante cuarenta días y cuarenta noches (cfr Ex 24,18; Dt 9,9). El número cuarenta tiene un valor simbólico y significa la totalidad de la experiencia, mientras que con el ayuno se indica que la vida viene de Dios, es Él el que la sostiene. El hecho de comer, de hecho, implica la asunción del alimento que nos sostiene; por esto ayunar, renunciando a la comida, adquiere, en este caso, un significado religioso: es un modo de indicar que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca del Señor (cfr Dt 8,3). Ayunando, Moisés, indica que espera el don de la Ley divina como fuente de vida: esta desvela la voluntad de Dios y nutre el corazón del hombre, haciéndole entrar en una Alianza con el Altísimo, que es fuente de vida, es la vida misma.

Pero, mientras el Señor, sobre el monte, da a Moisés la Ley, a los pies del mismo el pueblo la desobedece. Incapaces de resistir en la espera y la ausencia del mediador, los israelitas piden a Aarón: Fabrícanos un Dios que vaya al frente de nosotros, porque no sabemos qué le ha pasado a Moisés, ese hombre que nos hizo salir de Egipto” (Ex 32,1). Cansado de un camino con un Dios invisible, ahora que Moisés, el mediador, ha desaparecido, el pueblo pide una presencia tangible, palpable, del Señor, y encuentra en el becerro de metal fundido hecho por Aarón, un dios que se hace accesible, manipulable, al alcance del hombre. Esta es una tentación constante en el camino de la fe: eludir el misterio divino construyendo un dios comprensible, que corresponda a los propios esquemas, a los propios proyectos. Todo lo que sucede en el Sinaí muestra toda la necedad y vanidad ilusoria de esta pretensión porque, como afirma irónicamente el Salmo 106, “así cambiaron su Gloria por la imagen de un toro que come pasto” (Sal 106,20).

Por esto el Señor reacciona y ordena a Moisés que descienda del monte, revelándole lo que el pueblo está haciendo y terminando con estas palabras: “Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré. De ti, en cambio, suscitaré una gran nación” (Ex 32,10). Como con Abraham con respecto a Sodoma y Gomorra, también ahora Dios desvela a Moisés lo que pretende hacer, como si no quisiese actuar sin su consentimiento (cfr Am 3,7). Dice: “mi ira arderá contra ellos”. En realidad, este “mi ira arderá contra ellos” lo dice para que Moisés intervenga y le pida que no lo haga, revelando así que el deseo de Dios es siempre de salvación. Como para las dos ciudades en tiempos de Abraham, el castigo y la destrucción, con los que se expresa la ira de Dios como rechazo del mal, indican la gravedad del pecado cometido; al mismo tiempo, la petición del intercesor pretende manifestar la voluntad de perdón del Señor. Esta es la salvación de Dios, que implica misericordia, pero que siempre denuncia la verdad del pecado, del mal que existe, así el pecador, reconociendo y rechazando el propio mal, pueda dejarse perdonar y transformar por Dios. La oración de intercesión hace operativa de esta manera, dentro de la realidad corrupta del hombre pecador, la misericordia divina, que encuentra su voz en la súplica del que reza y se hace presente a través de él donde hay necesidad de salvación.

La súplica de Moisés se centra en la fidelidad y la gracia del Señor. Este se refiere primero a la historia de redención que Dios ha comenzado con la salida de Israel, para después recordar la antigua promesa hecha a los Padres. El Señor ha logrado la salvación liberando a su pueblo de la esclavitud egipcia; ¿por qué entonces -pregunta Moisés-“tendrán que decir los Egipcios: 'El los sacó con la perversa intención de hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra?'” (Ex 32,12). La obra de salvación que se ha comenzado debe ser completada; si Dios hiciese perecer a su pueblo, esto podría ser interpretado como el signo de una incapacidad divina de llevar a cumplimiento el proyecto de salvación. Dios no puede permitir esto: Él es el Señor bueno que salva, el garante de la vida, es el Dios de misericordia y de perdón, de liberación del pecado que mata. Y así Moisés apela a Dios, a la vida interior de Dios contra la sentencia exterior. Pero entonces, argumenta Moisés con el Señor, si sus elegidos perecen, aunque si son culpables. Él podría parecer como incapaz de vencer al pecado. Y esto no se puede aceptar. Moisés ha tenido una experiencia concreta del Dios de salvación, y ha sido enviado como mediador de la liberación divina y reza con su oración, se hace intérprete de una doble inquietud, preocupado por la suerte de su pueblo, pero además está también preocupado por el honor que se debe al Señor, por la verdad de su nombre. El intercesor quiere, de hecho, que el pueblo de Israel se salve, porque es el rebaño que se le ha confiado, pero también para que en esa salvación se manifieste la verdadera realidad de Dios. Amor por los hermanos pero también por Dios que se complementan en la oración de intercesión, son inseparables. Moisés, el intercesor, es el hombre dividido entre dos amores, que en la oración se unen en un único deseo de bien.

Después, Moisés apela a la fidelidad de Dios, haciéndole recordar sus promesas: “Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores, a quienes juraste por ti mismo diciendo: 'Yo multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y les daré toda esta tierra de la que hablé, para que la tengan siempre como herencia'” (Ex 32,13). Moisés hace memoria de la historia fundadora de los orígenes, de los Padres del pueblo y de su elección, totalmente gratuita, en la que sólo Dios había tenido la iniciativa. No por sus méritos, ellos recibieron la promesa, sino por la libre elección de Dios y de su amor” (cfr Dt 10,15). Y ahora, Moisés pide que el Señor continúe fiel a su historia de elección y de salvación perdonando a su pueblo. La intercesión no excusa el pecado de su gente, no enumera presuntos méritos ni del pueblo ni suyos, pero si apela a la gratuidad de Dios: un Dios libre, totalmente amor, que no cesa de buscar al que se aleja, que permanece siempre fiel a sí mismo y que ofrece al pecador la posibilidad de volver a Él y convertirse, con el perdón, en justo y capaz de ser fiel. Moisés pide a Dios que se muestre más fuerte que el pecado y que la muerte, y con su oración provoca esta revelación divina. Mediador de vida, el intercesor se solidariza con el pueblo; deseoso sólo de la salvación que Dios mismo desea, el renuncia a la perspectiva de convertirse en un nuevo pueblo agradecido al Señor. La frase que Dios le había dirigido, “de ti, en cambio, suscitaré una gran nación”, no es, ni siquiera, tomada en consideración por el “amigo” de Dios, que sin embargo está preparado para asumir, no sólo, la culpa de su gente, también todas sus consecuencias. Cuando, después de la destrucción del becerro de oro, vuelva al monte de nuevo, a pedirle la salvación de Israel, dirá al Señor: “¡Si tú quisieras perdonarlo, a pesar de esto...! Y si no, bórrame por favor del Libro que tú has escrito” (v.32). Con la oración, deseando el deseo de Dios, el intercesor entra cada vez más profundamente en el conocimiento del Señor y de su misericordia y se hace capaz de un amor que llega hasta el don total de sí mismo. En Moisés, que está en la cima del monte cara a cara con Dios y que se hace intercesor por su pueblo, se ofrece a sí mismo - “bórrame” -, los Padres de la Iglesia han visto una prefiguración de Cristo, que en la alta cima de la cruz realmente esta delante de Dios, no sólo como amigo sino como Hijo. Y no sólo se ofrece - “bórrame” -, sino que con su corazón traspasado se hace “borrar”, se convierte, como dice el mismo san Pablo, en pecado, lleva consigo nuestros pecados para salvarnos a nosotros: su intercesión no es sólo solidaridad, sino que se identifica con nosotros: nos lleva a todos en su cuerpo. Y así toda la existencia de hombre y de Hijo es el grito al corazón de Dios, es perdón, pero un perdón que transforma y renueva.

Creo que debemos meditar esta realidad. Cristo está delante del rostro de Dios y reza por mí. Su oración en la Cruz es contemporánea a todos los hombres, contemporánea a mí: Él reza por mí, ha sufrido y sufre por mí, se ha identificado conmigo tomando nuestro cuerpo y el alma humana. Y nos invita a entrar en su identidad, haciéndonos un cuerpo, un espíritu con Él, porque desde la alta cima de la Cruz, Él no ha traído nuevas leyes, tablas de piedra, sino que se ha traído a sí mismo, su cuerpo y su sangre, como nueva alianza. Así nos hace consanguíneos a Él, un cuerpo con Él, identificado con Él. Nos invita a entrar en esta identificación, a estar unidos a Él en nuestro deseo de ser un cuerpo, un espíritu con Él. Oremos al Señor para que esta identificación nos transforme, nos renueve, porque el perdón es renovación y transformación.

Querría terminar esta catequesis con las palabras del apóstol Pablo a los cristianos de Roma: “¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica.¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? [...]ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados [...] ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,33-35.38.39).

[En español dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los de la parroquia de San Juan Evangelista, de Madrid, así como a los demás grupos provenientes de España, Argentina, Ecuador, México y otros países latinoamericanos. Que el Señor nos ayude a comprender en la oración su designio gratuito de salvación, que ha llegado a su culminación en el don de su Hijo, Jesucristo, para que siguiendo su ejemplo demos la vida por los demás, sin esperar nada a cambio. Muchas gracias.