24 de octubre de 2010

Anecdotario de un amigo (12)


Las fotos de Benedicto que veis arriba son una selección de las que más me gustan. Disfrutad de ellas porque hoy no os voy a dar la murga con mis anécdotas. En algunas películas, al final, se muestran dos o tres segundos cada uno de los actores participantes, y esto es esta entrada: el final de la serie de anécdotas de Benedicto, por lo que mí atañe, ilustrada como un collage de imágenes anecdóticas.

Quedan muchas por salir del baúl de la memoria, como la de Benedicto piloto de helicópteros, Benedicto bebedor de café, Benedicto diabético, Benedicto y su relación con los sandwiches, Benedicto el Papa fashion, Benedicto y sus zapatos, Benedicto y las gafas de sol, el portador de las llaves del cielo sin las llaves de su casa terrenal en Baviera, Benedicto el amante de los belenes, también el donante de órganos, Benedicto el terror de los guardaespaldas, Benedicto perseguido por las marcas para que lleve sus productos, Benedicto modelo de calendario, Benedicto y su Ipod, Benedicto el de la delicada salud de hierro, etc..., etc...

Lo cierto es que, al empezar la serie, no sabía mucho sobre la persona de Benedicto. Se conoce bastante la figura pública, lo que representa, lo que dice, pero el sustrato personal que sostiene todo me era casi desconocido.

Así, pues, he disfrutado mucho investigando sobre la persona de nuestro amigo Benedicto y escribiendo estas entradas; espero que parte de este gozo haya saltado las pantallas de vuestros ordenadores y llegado a vuestro corazón.

Pero ahora toda decir adiós. Como saben los que sigan mis blogs, soy un bricobloguero, es decir, de cortar y pegar. Cuando me quedo de Rodríguez, durante 5 o 6 semanas cada verano, programo todas las entradas del siguiente año. Este año, además de programar mis blogs, tarea ardua y monótona de selección y edición de textos, me he divertido investigando la vida de un amigo, describiéndolo con mi propia voz y publicándolo en este medio.

Pero se acaba la Rodriguez, empiezan mis vacaciones, empezará luego el curso, y toca disfrutar de mis hijos (tengo 5, entre los 16 años y 8 meses) e intentar que ellos disfruten de mí; que las malas pulgas paternas sean pulgas saltarinas para ellos, que me enfade y se rían, y en definitiva, que me quieran y se sientan queridos por lo que son y no por lo que hacen o dicen.

Por supuesto, seguiré leyéndoos y comentándoos. Escribiré más espaciadamente y, quizás más impersonalmente. No os sintáis defraudados por ello. No es menosprecio al blog y a vosotros, sino imposibilidad.

Por tanto, no es un adiós, sino un hasta pronto, si Dios quiere, en la JMJ de Madrid.

Un abrazo en Jesús y en María.